El 26 de enero del 2018, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a Su Eminencia Rev.ma Card. Angelo AMATO, S.D.B., Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Durante la audiencia, el Sumo Pontífice ha autorizado dicha Congregación para promulgar el Decreto concerniente al martirio de la Sierva de Dios Verónica ANTAL, laica, de la Orden Franciscana Seglar; nacida el 7 de diciembre de 1935 en Nisiporesti (Rumania) y muerta en manos del odio a la Fe el 24 de agosto de 1958 en Hălăuceşti (Rumania).
La causa, iniciada en el 2003, se ha llevado adelante en la Diócesis de Iasi por la Provincia San José de los Frailes Menores Conventuales en Rumania, con el vice-postulador, más tarde colaborador externo y postulador general, Fray Damian PĂTRAȘCU.

Verónica nació el 7 de diciembre del 1935, en el norte de Rumania, en Nisiporesti. Su educación religiosa la debe a la abuela Serafina: ya que los padres estaban siempre ocupados en las tareas del campo, tocó a la anciana mujer encargarse de la fe de los nietos, y a juzgar por los frutos, no queda más que alegrarse por ello. Además, le enseñó el sentido del trabajo, y ya a los 4 años de edad le encargará pequeñas labores: por ello le resultará menos fatigoso a Verónica, ayudar a sus padres en las tareas del campo y frecuentar con regularidad la escuela primaria, con apenas siete años de edad. Un desarrollo precoz y una acentuada sensibilidad serán las únicas características particulares de la niña, que en nada se diferencia de sus compañeras: también para ella la mamá comienza a preparar la dote, a la cual Verónica contribuye con sus trabajos de costura. Todo esto nos hace pensar, por ende, que entre sus proyectos estaba el matrimonio (o al menos en los de la madre), no obstante manifieste tempranamente pequeños signos de una particular predisposición para las cosas espirituales.
Pero a los 16-17 años es cuando estallará en ella con fuerza la vocación religiosa, llevándola a desear ingresar con las hermanas franciscanas del convento cercano en Hălăucești. Decir que la mamá no estaba entusiasmada sería un eufemismo: aconsejada por su corazón de madre se opone a tal deseo, obteniendo sólo como resultado el robustecimiento en Verónica de un mayor deseo de la vida religiosa. Sin embargo, tendrá que vérselas también con el clima socio-político que se vive en Rumania a causa del ambiente soviético y con el ateísmo de estado, que impone la clausura de las congregaciones religiosas. Verónica entiende que todo esto, por lo menos, terminará retardando la realización de su deseo, y deberá adaptarse, contentándose en cultivar su propia vocación con un estilo de vida claustral entre los muros de su casa. Al interior de esta se prepara una celda para recogerse y hacer oración; al mismo tiempo llega a ser el alma de la vida pastoral de su parroquia: enseñando el catecismo, animando el coro, visitando los enfermos, como lo haría una religiosa. De hecho, alguno la llama así, debido a cómo vive y cómo se viste, y para nada le disgusta. Primero se adhiere a la Milicia de la inmaculada (de Padre Kolbe), después se inscribirá en la Tercera Orden Franciscana, y finalmente emitirá privadamente el voto de castidad. Su espiritualidad se fortalece, nutrida de la Eucaristía, iluminada por el rosario, sostenida por la misa diaria en la iglesia de Hălăucești, distante ocho kilómetros de su casa y a la cual se dirige cada mañana, antes del alba, con un grupo de amigas.
Desafortunadamente se encontrará sola, en cambio, al atardecer del 24 de agosto del 1958, mientras regresa de la iglesia, en la cual se han celebrado las Confirmaciones y para las que ha trabajado duro. Cerca de un maizal es agredida por un joven del pueblo, que inútilmente intenta violentarla (como atestiguará la autopsia) y que termina por apuñalarla cuarenta y dos veces. Justo en aquellos días Verónica estaba leyendo la biografía de María Goretti (canonizada solamente pocos años antes) y había confiado a dos amigas que ella haría lo mismo en una situación similar. “Yo soy de Jesús y Jesús es mío”, había escrito en una hoja: por serle fiel ha preferido la muerte.

Fray Damian PĂTRAȘCU, Postulador general