Navegando por la Amazonía
– nuevas vías de conversión en Maués y São Sebastião

Para mí es una aventura, para Fray Erick G. MARÍN CARBALLO, su ministerio. Viajamos durante veinte horas de noche en un ferry. Me sentí como si estuviéramos durmiendo con los primeros frailes y con San Francisco en Rivotorto, cada uno con su lugar para dormir marcado en el techo, sólo que nosotros teníamos hamacas Cuando llegamos a Maués, nos recibieron en la casa parroquial local. Durante la cena, descubrí que hay cuatro sacerdotes y un diácono en esta parroquia de Maués. Tres sacerdotes y un diácono atienden la iglesia local y las 130 comunidades de “ribereños” a lo largo del Amazonas. El otro sacerdote, el Padre Oziel CRISTO, se ocupa de las treinta y tres comunidades indígenas situadas río abajo. A la mañana siguiente, Fray Erick y yo embarcamos en un pequeño bote para navegar otras seis horas antes de llegar a las comunidades de Padre Oziel.

El Sínodo para la Amazonía evidenció la necesidad de que la Iglesia “navegue” por nuevos caminos de conversión pastoral. Como Iglesia misionera, es importante que nos demos cuenta de que “en la Amazonía el agua nos une, no nos separa” (Documento final, 20). Tras pasar la noche a la intemperie, en un terreno parroquial en la desembocadura del río que se adentra en territorio indígena, nos despertamos con la humedad de un fuerte rocío que tenía el efecto de un bautismo de inmersión. La jornada nos llevaría a los discípulos misioneros a descubrir nuevos caminos de conversión pastoral a través del ministerio de la escucha atenta, la participación y el compartir.
Viajando en una pequeña embarcación a motor, visitamos varias comunidades indígenas de las inmediaciones. En los últimos años, gracias a la colaboración con grupos como la REPAM (Red Eclesial Panamazónica), miembros de una fundación española han visitado estas comunidades para instalar paneles solares, aportando así una fuente estable de electricidad. Gracias a los esfuerzos del equipo itinerante de Fray Erick y de la Iglesia local, las comunidades locales también han puesto en marcha una serie de pequeñas granjas ecológicas que producen una bebida energética llamada guaraná, elaborada a partir de una fruta autóctona de la región de Maués. Los lugareños consideran sagrada esta fruta. Se le asocian varias leyendas, entre ellas la creencia de que la fruta, que asemeja a un globo ocular, es el ojo de los indígenas a los que ha sido arrebatada la tierra y la posibilidad de vivir.
Tras otro paseo en lancha motora río abajo, nos instalamos en la comunidad de São Sebastião. Durante los días siguientes, nos ofrecieron una maravillosa hospitalidad en una comunidad mixta de nativos y ribereños. Escuchamos la sabiduría de los ancianos de la comunidad, incluida una mujer de más de 100 años de edad que no ha estado enferma en su vida. ¡Lo atribuye al consumo diario de la bebida energética de guaraná! También visitamos un proyecto de cría de pollos, iniciado por una joven de sólo dieciséis años, junto con otros miembros de la comunidad. Tras una tarde de fútbol, volvimos a reunirnos para hablar con los miembros de la comunidad que querían conocernos.
De esta reunión surgieron dos cosas. En primer lugar, tanto Erick como yo recibimos muchos agradecimientos por compartir nuestro espíritu franciscano, especialmente predicando la Misa dominical. Nos dijeron que la forma en que hablamos de la naturaleza y de la selva amazónica, en relación con la gente, es muy innovadora y enriquece a todos.
También mantuvimos una larga conversación sobre la necesidad que tiene la comunidad de una escuela secundaria. En esta conversación, percibí lo que significa ser un discípulo misionero que escucha, participa y comparte. Juntos exploramos varias opciones razonables para ofrecer una solución provisional en un futuro próximo. Entre otras ideas, hay una en la que los ancianos de la comunidad comparten su sabiduría con los jóvenes. La sensación que experimenté durante la reunión fue de profunda esperanza, ya que la comunidad cuenta con un “otro” solidario (nosotros), con quien debatir posibilidades y elaborar estrategias de solución.
Se ha pedido a Fray Erick que vuelva a su comunidad a finales de diciembre, para seguir cultivando esta cultura del cuidado con la gente, mientras recorre estos nuevos caminos de conversión pastoral. Para él, se trata de pasar de una Iglesia centrada en sí misma a una Iglesia que escucha y acompaña el clamor de la gente y del planeta. Es una vuelta al Evangelio y a los principios del carisma franciscano.
En nuestra próxima entrega sobre nuestra aventura amazónica, Fray Erick y yo volveremos a la ciudad de Manaos para conocer, de primera mano, las realidades a las que se enfrentan los indígenas desplazados y, especialmente, los jóvenes.

Fray Michael LASKY,
Delegado general para Justicia, Paz e Integridad de la Creación.