Se dice que Vietnam es un país de poesía y música, porque sus innumerables poemas tienen un ritmo que sólo puede expresarse en vietnamita. Cuando se compara con la poesía occidental, el contraste es sorprendente. Sin embargo, hay un poema occidental que, para mí, refleja el corazón del catolicismo vietnamita: el poema de Hilaire Belloc titulado “Cortesía”.
En él, la Cortesía se presenta como la Gracia de Dios, visible tanto en un monasterio como en los propios monjes. Describe cómo, en la Anunciación, San Gabriel “al arrodillarse, resplandecía de Cortesía celestial”. Luego se describe a María en la Visitación: “su rostro era grande y gentil, porque la Cortesía estaba en su mente”. Finalmente, Jesús es descrito como un “Pequeño Señor, a quien todos los reyes adoraban en armas; era tan pequeño que no se podía ver, Su gran intento de Cortesía”.
Del 14 al 21 de marzo de 2025, me sumergí en la poesía cotidiana expresada en el ritmo de la vida franciscana en Vietnam, siempre marcada por un abrumador sentido de la Cortesía. Ofrecí un simposio sobre el Cántico de las Criaturas, considerado a través de la lente de la oración franciscana, la mariología y la doctrina social de la Iglesia. Los Hermanos y Hermanas que asistieron parecían transformar sin esfuerzo nuestras percepciones de la Gracia de Dios a través de la Cortesía.
Tuve la suerte de visitar cinco Conventos repartidos por Vietnam, así como casas familiares de algunos Hermanos, Conventos de monjas, algunas Parroquias y un Obispo que vivía en un santuario mariano. En cada uno de estos lugares, me sentí como si estuviera visitando el monasterio descrito en el poema de Belloc: “Me llevaron directamente a su vestíbulo / vi tres cuadros en una pared / y la Cortesía estaba en todos ellos”. En estos lugares de la vida franciscana en Vietnam, encontré amabilidad, fraternidad, risa y sentido del humor, minoridad y elegante sencillez, todo ello transformado por la Gracia de Dios a través de la Cortesía vietnamita.
En Occidente, cuando la comunidad cristiana se reúne, decimos que tenemos o celebramos Misa. En Vietnam, la comunidad católica se reúne a diario a las 4:00 o 5:00 de la mañana para celebrar la Misa. Sin embargo, no tienen Misa ni la celebran. Más bien, cantan la Misa como “Su gran [de Cristo[ intento de cortesía”. En el Convento más septentrional, la Misa cantada pasa del altar a los comedores de los leprosos, a quienes los Hermanos y las monjas sirven una sopa de arroz diaria antes incluso de que tomen el desayuno y el café de la mañana.
Cuando les enseñé a los Hermanos y Hermanas de Vietnam el Cántico de las Creaturas de San Francisco, me mostraron cómo es posible volver a cantar el cántico de Francisco, alabando al Dios Altísimo y Pequeñísimo, junto con la Hermana Dama Cortesía en todo lo que dicen y hacen. Sentí en su ritmo y en su rima que, mientras mi trabajo estaba terminado, el suyo no había hecho más que empezar.
A continuación, reproducimos el poema “Cortesía” de Hilaire Belloc.
En el siguiente vídeo puede ver algunos momentos de mi visita a Vietnam:
Fray Michael LASKY
La Cortesia
De la Cortesía se dice que es menor
que el coraje o santidad del corazón,
sin embargo, en mis paseos, yo percibía
que en la Cortesía Gracia de Dios había.
En Storrington a unos monjes conocí;
sin dudar a su gran Sala me invitaron,
y allí en una pared tres cuadros vi,
y la Cortesía presente estaba en todos lados.
El primero era la Anunciación,
el segundo la Visitación,
el tercero la Consolación:
de Dios el Hijo y de Nuestra Señora el Dios.
El primero fue el de San Gabriel;
con alas llameantes del cielo descendía,
y al inclinarse con rodilla fiel,
de Cortesía celestial resplandecía.
Nuestra Señora de Nazaret venía,
en mes arduo de pesada fatiga;
sin embargo, amable y grande su rostro se veía,
pues en su mente moraba la Cortesía.
El tercero mostraba Pequeño al Señor Nuestro,
a quien los Reyes en brazos adoraban;
pequeño, tan pequeño que ninguno notaría
su profunda intención de Cortesía.
Nuestro Señor, de Nuestra Señora el Hijo,
les bendiga, pueblo, uno por uno;
mi rima escrita está, mi labor aquí ha concluido.
Hilaire BELLOC