El 18 de mayo de 2020 se conmemora el centenario del nacimiento de San Juan Pablo II, el Papa polaco que ha cambiado el rostro de la Iglesia y del mundo. Por este motivo, es preciso presentar sus lazos con los Frailes Menores Conventuales.

Estas son sus propias palabras: “Debo confesar que, como Arzobispo de Cracovia, vivía muy cerca de una antiquísima iglesia franciscana y de vez en cuando iba allá a hacer oración, a rezar el Vía Crucis, a visitar la capilla de la Dolorosa. ¡Momentos inolvidables para mí!”
Estas palabras se encuentran en el manuscrito del discurso pronunciado el 5 de noviembre de 1978 en Asís, poco tiempo después de haber sido elegido Papa.
Con pocas palabras ha revelado sus profundos sentimientos hacia aquel lugar franciscano. ¿Cómo es que nacieron estos lazos, este sentimiento hacia este lugar? Para dar una respuesta, es necesario ir y escarbar un poco en el pasado y presentar algunos hechos particulares.

La relación de Karol WOJTYŁA (1920-2005) con los Conventuales de Cracovia resale al año 1938, a los inicios de su juventud estudiantil, luego durante la guerra, cuando trabajaba como obrero en la mina Solvay. En aquel período frecuentaba nuestra iglesia, y en los días entre semana participaba en la Misa de las 5:30 de la mañana. En cambio, el Domingo asistía a la Misa del mediodía, celebrada con magníficas homilías de Fray Bonawentura PODHORODECKI, futuro Mártir en los campos de concentración alemanes en Auschwitz (+1941). Incluso ya como sacerdote, continuaba visitando la Basílica franciscana. Una vez Arzobispo de Cracovia, residía en el palacio episcopal, justo en frente de nuestra iglesia y Convento. Con mucha frecuencia, ya a las 6 de la mañana se encontraba en la Basílica para la oración matutina. Acostumbraba sentarse en la última banca, en el fondo de la iglesia. Ahí hacía una hora de meditación y rezaba el Oficio. Muchas veces y con mucho gusto se acercaba a la capilla de la Dolorosa por unos instantes y luego, en la capilla de la Pasión del Señor, rezaba el Vía Crucis. Para la noche de fin de año, entraba en la iglesia alrededor de las 11 de la noche, para la adoración personal ante el Santísimo Sacramento y después, a media noche, celebraba la Santa Misa con la homilía. Muchas veces lo invitaban a presidir las celebraciones litúrgicas; con gusto participaba en los encuentros de los diferentes grupos eclesiales. Una vez entró en el confesionario para recibir el sacramento de la misericordia. En su agenda de actividades episcopales anotaba estos momentos en modo sencillo y familiar con las palabras: “con los franciscanos”.

Sin embargo, su relación con los Conventuales no se reducía sólo al Convento de Cracovia. Antes de ser elegido Pontífice, como Arzobispo de Cracovia, visitó más de 20 comunidades de nuestros hermanos en y fuera de la Polonia. Además, visitaba los diversos y bien conocidos santuarios polacos marianos: Niepokalanów (5 veces), Kalwaria Pacławska, Rychwałd (6 veces). También, es necesario evidenciar las visitas realizadas a los lugares conventuales en Italia: la Basílica de San Francisco en Asís, el santuario del Milagro eucarístico en Lanciano (CH), la iglesia del Inmaculado Corazón de María en Verona, la abadía de Fossanova (LT), la Basílica de los Santos XII Apóstoles en Roma (2 veces), la iglesia de la Inmaculada en el EUR en vía Laurentina (Roma), el antiguo Colegio internacional en vía San Teodoro – lugar de fundación de la Milicia de la Inmaculada (Roma), el Colegio de los Penitenciarios en el Vaticano. También ha visitado la iglesia de la Inmaculada Concepción de la Beata Virgen María en Colonia (Alemania). Llegaría a visitar también el Centro de la Radio durante la “Hora del Rosario” en Buffalo (Estados Unidos), fundada para la difusión de programas para los polacos en el extranjero. Por último, en visitó cuatro centros pastorales nuestros en Montréal – Canadá.

Elegido para la sede de San Pedro en el 1978, el Ministro general de aquel entonces, Fray Vitale BOMMARCO, se dirigió a él con profunda gratitud por “la benevolencia y apoyo paterno” manifestado para con los religiosos de Cracovia.
Decía: “Siento un gran cariño en mi corazón hacia esta iglesia franciscana y su imagen de la Dolorosa (Smętna Dobrodziejka). Muchas veces iba allá para poner en las manos y en la bondad de María tantas realidades, especialmente con respecto de mi servicio sacerdotal y luego episcopal. Cuántas gracias, cuántos buenos consejos sorbía de aquel lugar, que desde hace cinco siglos es frecuentado por muchas generaciones de Cracovia y por muchos peregrinos provenientes de Polonia y de todo el mundo. Hoy agradezco a Dios por todos los dones que me ha concedido con la intercesión de María, venerada en la imagen de la Dolorosa” (1998).
Puede ser que aquel recuerdo de su tiempo transcurrido y de sus largos momentos de oración vividos en la Basílica franciscana en Cracovia, hayan hecho que Juan Pablo II, al inicio de su pontificado, haya elegido a un hermano nuestro, Fray Faustino OSSANNA (reconocido filósofo y teólogo), para predicar los ejercicios cuaresmales en la Curia vaticana (1979). Sus reflexiones, sin ninguna duda, estaban llenas de citaciones y referencias a la espiritualidad franciscana. Precisamente durante aquellos ejercicios, Juan Pablo II comenzaría a escribir su testamento, donde dejaría plasmadas palabras tan queridas y cercanas a la tradición franciscana: en la vida y en la muerte “Totus tuus”, dirigidas a la Inmaculada (1980).
Continuando con nuestra profundización, demos una mirada al tiempo de su ministerio petrino. Durante su pontificado visitó un total de 24 lugares conventuales, entre conventos, iglesias y centros de servicio pastoral en Italia y el mundo.

Algunos datos cronológicos:
-Basílica de San Francisco y Sacro Convento en Asís, en 1978, 1982, 1986, 1993, 1998 y en 2002,
-Parroquia de San Buenaventura en Roma en 1979,
-Basílica de San Francisco en Cracovia, en 1979 y 1991,
-Parroquia de los Santos XII Apóstoles en Roma en 1979,
-Iglesia de la Inmaculada Concepción de la Beata Virgen María en Colonia – Alemania en 1980,
-Ciudad de la Inmaculada en Nagasaki – Japón en 1981,
-Parroquia de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo en Roma en 1981,
-Basílica del Santo en Padua en 1982,
-Basílica de la Madre de Dios Inmaculada Mediadora de todas las Gracias y Convento, Ciudad de la Inmaculada – Niepokalanów en Polonia, en 1983,
-Parroquia de San Marcos Evangelista en Roma en 1984,
-Basílica de San Francisco en Viterbo en 1984,
-Iglesia de la Santa Cruz en Friburgo, Suiza, en 1984,
-Colegio Internacional “Seraphicum” en Roma en 1986,
-Basílica de San Francisco en Ravenna en 1986,
-Basílica de la Santa Cruz en Florencia en 1986,
-Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma en 1986,
-Iglesia de la Inmaculada Concepción en Civitavecchia en 1987,
-Parroquia de San José de Cupertino en Roma en 1987,
-Iglesia de San Francisco de Asís en Lucera (FG) en 1987,
-Parroquia de Santa Dorotea en Roma en 1991,
-Colegio de los Penitenciarios en el Vaticano en 1991,
-Basílica de San Francisco en Arezzo en 1993,
-Iglesia de San Francisco en Foligno en 1993,
-Capilla de la Inmaculada y Convento de Santa Severa en Roma en 1997.

Nuestra Orden debe a Juan Pablo II la Canonización de San Maximiliano María KOLBE (1894-1941), Mártir de la Caridad, elevado a los altares el 10 de octubre de 1982 en Plaza San Pedro en Roma, y también la Canonización de San Francisco Antonio FASANI (1681-1742) el 13 de abril de 1986, siempre en la Basílica de San Pedro.
Durante la celebración de cinco diversas Beatificaciones, el Papa ha elevado al honor de los altares a 17 religiosos conventuales. En orden cronológico, ellos son:
-Mons. Antonio LUCCI (1682-1752), Obispo de Bovino (FG), beatificado el 18 de junio de 1989 en Roma,
-Fray Rafał CHYLIŃSKI (1694-1741), beatificado el 9 de junio de 1991 en Varsovia, Polonia,
-Fray Luis ADAM (1741-1794) y Fray Nicolas SAVOURET (1733-1794), Mártires de la revolución francesa, beatificados en Roma el 01 de octubre de 1995,
-Fray Antonin BAJEWSKI (1915-1941), Fray Pius BARTOSIK (1909-1941), Fray Innocenty GUZ (1890-1940), Fray Achilles PUCHAŁA (1911-1943), Fray Herman STĘPIEN (1910-1943), Fray Tymoteusz TROJANOWSKI (1908-1942) y Fray Bonifacy ŻUKOWSKI (1913-1942), todos ellos Mártires de la II guerra mundial, beatificados el 13 de junio de 1999 en Varsovia, Polonia.

Además:
-Fray Alfonso LÓPEZ LÓPEZ (1878-1936), Fray Modesto VEGAS VEGAS (1912-1936), Fray Dionisio VICENTE RAMOS (1871-1936), Fray Pedro RIVERA RIVERA (1912-1936), Fray Francisco REMÓN JÁTIVA (1890-1936), Fray Miguel REMÓN SALVADOR (1907-1936). Estos Mártires de la guerra civil en España del 1936, fueron beatificados por Juan Pablo II el 1 de marzo de 2001 en Roma.

Del mismo modo, Juan Pablo II ha confirmado el culto público ininterrumpido del Beato Duns SCOTO (1265-1308). Este reconocimiento tuvo lugar el 20 de marzo de 1993 en la Basílica de San Pedro en Roma.
Debemos remarcar que el Pontífice, de ningún otro santo contemporáneo, ha hablado tanto como de nuestro San Maximiliano. Decía el Papa: “Me siento profundamente ligado a este Santo, a su Beatificación, a su Canonización y a su grande misión, a la memoria de su gran sufrimiento, a la memoria de Auschwitz. Todo esto ha sido elevado, gracias a su martirio, a un valor superior. Se ha convertido en una partecita del reino de Dios en Polonia y en todo el mundo”. Palabras improvisadas, proclamadas en el 1997.
Juan Pablo II veía en San Maximiliano un don especial de la Providencia: un testigo actual de Cristo, un Mártir del Divino Amor, un maestro de la caridad para con el prójimo, un profeta de una nueva “era mariana”, un San Francisco del siglo XX, un apóstol de los medios modernos de comunicación, un santo patrón de nuestros tiempos difíciles (después de su beatificación en el 1971, inmediatamente comenzó a llamarlo con este apelativo) y también un profeta de la civilización del amor.

Desde el tiempo de su permanencia en Cracovia como Arzobispo, WOJTYŁA era un óptimo, excelente y experto conocedor de la vida e intérprete de la actividad apostólica y del martirio de San Maximiliano KOLBE (debemos decir el mejor, fuera del ambiente franciscano). Convirtiéndose en Papa, ha mostrado que se pueden ensanchar lo horizontes y la manera de pensar con respecto del Santo de Auschwitz, así como la interpretación de su santidad, sobre todo con respecto de las nuevas dimensiones del carisma franciscano ofrecidas por nuestro mártir de la caridad.
Durante el tiempo de su Pontificado, Juan Pablo II ha recibido en audiencia por 5 veces, a los participantes de los Capítulos generales de la Orden (1983, 1986, 1989, 1995, 2001).
Las palabras que ha dicho durante su primer encuentro en el 1983, resultan muy significativas. “El profundo cariño que nutro por vuestra familia franciscana me mueve a expresaros algunos pensamientos, que vuestra presencia despierta en mi alma”.
En sus discursos a los frailes capitulares, a menudo ha alentado y animado a los hermanos a conservar vivo el carisma, poniendo el acento sobre la actualidad de San Francisco para nuestros tiempos. Esto –decía- debería concretizarse en la búsqueda de Dios y de su voluntad, a través de la oración asidua, el testimonio evangélico, la fidelidad total y generosa a la Iglesia, la espiritualidad sencilla e incisiva, el espíritu de renuncia y de sacrificio, el cultivo de la vida fraterna, la respuesta valiente a los desafíos de la nueva evangelización, el compromiso por la unidad de los cristianos, la promoción de la paz, la atención al cuidado y defensa de la creación, la presencia misionera en los Países víctimas de persecuciones religiosas…

“Para que las actividades de la Orden, en sus diferentes Provincias y Custodias, puedan responder a las exigencias de los tiempos y de la misión franciscana en lo que se refiere a decisiones, formas concretas de acción y valor del testimonio, es necesario tener presente que el mundo -hoy más que nunca- espera de nosotros un testimonio como el que en su tiempo San Francisco encarnó. Es decir, un testimonio de perfecta sintonía con la Iglesia” (discurso de 1989).

Resulta fascinante el hecho de que San Juan Pablo II, con agradecimiento, haya conservado en su memoria los momentos transcurridos “con los conventuales” y haya permanecido siempre fiel a todo aquello que, durante su juventud, ha aprehendido de la iglesia de Cracovia, “en las proximidades del lugar donde habitó por muchos años, que a menudo visitaba” (1986) y a la que “regresaba con el corazón y la oración” muchísimas veces (1998).

Fray Sławomir GAJDA