Tiempos de espera… ¿Quién puede soportarlos? Estamos acostumbrados a tenerlo todo de manera inmediata, a decidir según nuestros intereses personales, a intentar tener el control sobre todo y a veces sobre todos.
La espera de un nuevo Papa no es una partida de “ajedrez”, ni una estrategia política, sino un don del Espíritu Santo. Y el Espíritu no juzga según nuestros criterios: estudios, nacionalidad, color… sino según los criterios de Dios, que escrutan lo más profundo de los corazones. Aprendamos a esperar los dones de Dios con las manos extendidas, abiertas; sí, con un poco de sana impaciencia por la grata sorpresa y la alegría que sabemos que llegará, sabiendo que Alguien que nos ama y desea sólo nuestro bien, quiere concedernos este don.
Periódicos, radio, redes sociales, inteligencia artificial… Todo el mundo lanza sus “pronósticos” como si se tratara de una previsión meteorológica. Pero, ¿basándose en qué? En cambio, el Espíritu Santo nos recuerda y nos llama a saber esperar su venida sobre nosotros; a pedir su presencia con insistencia, pero conscientes de que Él es la luz, la sabiduría de Dios, el Consolador, el guía de nuestros corazones. Quiere suscitar en la Iglesia el despertar, la renovación de nuestras fuerzas, el testimonio cristalino y radical del amor de Dios por la humanidad. Y para mantener encendida la luz de nuestra fe y ser una luz para el mundo, necesitamos un guía según Su propio corazón. Es el Espíritu divino quien guía a la Iglesia, ¡es Él quien transforma los corazones, conduciéndolos a la santidad! Pidamos siempre al Señor, especialmente por el nuevo Papa que esperamos, esta luz, para que aprendamos a discernir los signos de los tiempos con Su luz, a leer el momento histórico en que vivimos según Su mirada, y a descubrir lo que Dios espera de nosotros, cómo quiere que aprendamos a vivir y a traducir nuestra fe en este mundo que no siempre hemos construido según Sus inspiraciones.
Sepamos esperar como María, seguros de que nada es imposible para Dios, pues todo está en sus manos. Que nuestro “fiat voluntas tua” que pronunciamos con los labios, sepa traducir nuestra confianza en obediencia y nuestra fe en operosa caridad.
Dios nuestro,
renueva tu Iglesia,
nuestra Orden,
el mundo entero.
Danos una guía que sea “puente”
entre lo humano y lo divino.
Oficina de Comunicaciones.










