En el Convento de San Francisco de Asís en Roman-Rumanía, se celebraron las jornadas anuales de formación permanente para los hermanos de la Provincia de San José, Esposo de la Santísima Virgen María en Rumanía. El encuentro se repitió en dos días, el 23 y 25 de noviembre de 2021, con dos grupos diferentes para que participara el mayor número posible de hermanos.

El ponente fue el Sr. Federico VENCESLAI, psicólogo y psicoterapeuta italiano de la hermosa /y franciscana) región de Umbría, en Italia. El tema de las reuniones fue la identidad. A través de una presentación clara, práctica e interactiva, el ponente consiguió captar rápidamente la atención de los participantes. Con gran habilidad condujo a los hermanos presentes a un viaje de conocimiento de su propia identidad y de los procesos psíquicos que interactúan de forma dinámica con la formación y maduración de la identidad humana.
El Sr. VENCESLAI comenzó la construcción de su ponencia partiendo del Catecismo de la Iglesia Católica, del que leyó algunos números en los que se destacaba la importancia de la formación de la conciencia como proceso educativo a lo largo de la vida.
Nuestra identidad se forma progresivamente: interiorizamos nuestras creencias fundamentales sobre nosotros mismos en los primeros seis años de vida, las consolidamos entre los siete y los catorce años, y luego se estabilizan entre los 15 y los 24 años. Una identidad estable se caracteriza por el bienestar emocional, la continuidad de la percepción y la capacidad de predecir los efectos de los propios comportamientos y actitudes. Las experiencias traumáticas en los primeros años de vida pueden tener un impacto negativo en la construcción de la identidad e incluso crear períodos de regresión o estancamiento en el desarrollo de la identidad y la personalidad.
La primera forma de identidad que el niño construye es la identidad aprendida. Se refiere a todas las convicciones fundamentales sobre uno mismo que se interiorizan durante los primeros seis años de vida como respuesta a las formas en que los cuidadores primarios tratan y responden a las necesidades del niño. Estas convicciones pueden ser racionales y reflejar un proceso de sintonía afectiva positiva con las figuras de referencia, o pueden ser irracionales e indicar procesos relacionales disfuncionales o traumáticos. El “yo” tiene la posibilidad de elaborar la identidad aprendida cuando se desestabiliza por diversas experiencias de crisis. En esos momentos el sujeto se ve empujado a cuestionar las creencias que constituyen la identidad aprendida. Si se dejan guiar por el miedo, tenderán a volver a una etapa evolutiva anterior mediante un proceso de regresión para recuperar el bienestar interior que creían tener. Por otro lado, si el sujeto tiene el valor de dejarse acompañar y ayudar por un especialista, podría superar los límites condicionantes de la identidad aprendida y entrar en un proceso de maduración y transformación hacia una identidad deliberada.
Se pasa así de la identidad aprendida a la identidad deliberada. El resultado de este cambio es una mayor sensación de bienestar, un mayor sentimiento de libertad interior, un mayor nivel de realización de la personalidad.
Aunque esta transformación es también fundamental para la madurez humana de la persona consagrada, no es suficiente para la realización espiritual. Habría que dar un paso más en el crecimiento. Y este paso ya no tendrá al “yo” o ego como protagonista, sino que tendrá que dar paso a Dios. Será Dios quien, con su gracia, lleve a la persona consagrada a alcanzar una identidad evangélica y a vivir en sintonía con la voluntad de Dios y el propio carisma vocacional. En este proceso de transformación hacia la identidad evangélica, el “yo” no puede hacer otra cosa que retirarse para dejar paso a Dios y a su intervención. De este modo, el misterio de la creatura encontrará su realización en el misterio profundo de Dios.
Agradecemos al Sr. Federico su disponibilidad y su preciosa contribución al conocimiento de nuestra identidad e imploramos al Señor que nos dé la gracia de conocer y poder abandonar nuestro ego con sus mecanismos para darle a Él la libertad de transformarnos hasta alcanzar la identidad evangélica.

Fray Lucian HORLESCU