Entre los diversos frentes de trabajo pastoral y apostólico de la Provincia de San Maximiliano Kolbe, con fuerte presencia en el Centro-Oeste y en el Nordeste de Brasil, se destaca el trabajo misionero en el Norte del país, a través de la obra misionera en Amazonia.
La Provincia conventual ha mantenido esta labor misionera durante los últimos diecisiete años. El trabajo de los hermanos, específicamente en la región amazónica, se distingue por estar en desarrollo y requerir siempre una atención especial. Los hermanos están presentes en las ciudades de Tefé y Juruá, así como en Manaos, capital del estado de Amazonas.
La misión de los conventuales en la región amazónica comenzó en 2005 con la llegada de Fray Augustyn Stefan JANUSZEWICZ, hermano conventual y Obispo emérito de la Diócesis de Luziânia, que se dedicó a la misión en una zona necesitada de atención religiosa. Dio un gran ejemplo de dedicación en Juruá y, desde entonces, ha dado cabida a otras obras en la Prelatura de Tefé. En Juruá, comenzó su labor misionera en la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, y algunos años después, otros hermanos vinieron a unir fuerzas y se hicieron cargo de la Parroquia de San Antonio, en Tefé. Ambas ciudades se convirtieron en bases de la Casa de la Misión de la Provincia. Para ello tenían que ir y venir en barco para llevar a cabo la labor de evangelización entre los ribereños e indígenas de la región amazónica.
Los hermanos misioneros realizan visitas a las familias, celebraciones de los sacramentos, apostolado misionero, promoción humana y testimonio evangélico. De hecho, hay una identificación con la realidad vivida por la Iglesia, asumiendo esta gran preocupación de la Misión Ad Gentes, teniendo en cuenta la Exhortación Evangelii Gaudium n.115 que dice: “La gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe”. Los hermanos han respondido a estas necesidades presentadas por la Iglesia, a través del Santo Padre Papa Francisco, por el Arzobispo de Manaos Mons. Leonardo Ulrich STEINER OFM, y por la Prelatura de Tefé con el nuevo Obispo Mons. José ALTEVIR DA SILVA (Congregación del Espíritu Santo), con gran entusiasmo y esfuerzo para mostrar este ardor misionero.
La labor misionera ha tenido como objetivo atender con amor al pueblo amazónico y sus diversas riquezas culturales. Los hermanos han trabajado con los pueblos ribereños, con sus diversas etnias, buscando inculturar los valores de este pueblo expresando la espiritualidad franciscana. La misión de los hermanos tiene como objetivo fortalecer la comunión y la apertura a todos, como una extensión del amor de Dios en la creación, porque el proceso de inculturación “implica caminos no sólo individuales sino también populares, exige amor al pueblo cargado de respeto y comprensión”.[1]
De hecho, los misioneros franciscanos pretenden testimoniar a través de su carisma una santidad propia de la realidad amazónica, dedicándose a una mística del encuentro, buscando la cercanía, desarrollando una contemplación de la belleza natural a través del servicio a Dios por medio de la Palabra, la presencia y la vida sacramental con el pueblo amazónico. La santidad de los rasgos amazónicos, desafía a los misioneros franciscanos a valorar la Iglesia en una dimensión universal, en un proceso de inculturación, y testimoniando un camino de unidad y sin exclusión, como sugiere el Papa Francisco: “Hoy es indispensable mostrar que la santidad no deja a las personas sin fuerzas, vida o alegría”.[2]
El trabajo misionero requiere la comprensión de que los pueblos nativos desconfían de una misión que no se identifica con sus realidades, que tratan de implementar su propia cultura religiosa, lo que indica una explotación humana, cultural o religiosa. Pero el gran desafío para los misioneros franciscanos es actualizar la percepción de Cristo en la realidad amazónica: “La Amazonia nos desafía a superar perspectivas limitadas, soluciones pragmáticas, que se quedan clausuradas en aspectos parciales de los grandes desafíos, para buscar caminos más amplios y audaces de inculturación”.[3] Por lo tanto, el misionero necesita actuar con un sentido de solidaridad, estimulando la cultura del encuentro, fomentando no una hegemonía cultural sino, dentro de la matriz franciscana, reconocer las variedades culturales y religiosas, respondiendo a los nuevos desafíos, como la imagen del río en la perspectiva amazónica que nunca separa, sino que une las diferentes culturas y las diferentes lenguas.
Los misioneros franciscanos mantienen su fe sólida en Cristo resucitado, en la Divina Revelación de la Iglesia, pero son capaces de ser solidarios con la realidad y la novedad de la misión. En esta actuación de la Iglesia, en la dimensión amazónica, se constata la acción del Verbo encarnado presente en las culturas que vislumbran la belleza potencial del testimonio del amor a Dios y del amor del franciscano, expresado en el amor a los ribereños, en el amor a las etnias y a la naturaleza.
Fray Gilberto DE JESUS RODRIGUES, Ministro provincial.
[1] Exhortación Apostólica Postsinodal Querida Amazonia del Santo Padre Francisco, n. 78.
[2] Ivi. n. 80.
[3] Ivi. n. 105.