Inmediatamente después de la canonización, celebrada el 16 de julio del 1228, el Papa Gregorio IX quiso que fuera erigida en Asís una “specialis ecclesia”, la actual Basílica, en honor de San Francisco, para conservar los restos mortales del Seráfico Padre.

El mismo Pontífice bendijo la primera piedra y en el 1230 ordenó que el cuerpo del Santo fuese trasladado de la iglesia de San Jorge a la nueva Basílica, otorgándole el título de “Cabeza y Madre” de la Orden de los Menores. Inocencio IV la consagró solemnemente en el 1253.
A continuación, reportamos el texto que se recita en la celebración del Oficio de Lecturas de la fiesta, tomado de la Constitución Fidelis Dominus del Papa Benedicto XIV:

“Fiel es el Señor a su palabra, al decir frecuentemente en la sagrada Escritura que exaltará a los que se constituyeron en imágenes fieles de su Hijo por el ejercicio de la virtud de la humildad, reservando para ellos todo honor y gloria no sólo en el reino de los cielos, sino también en el mundo presente, para su propia exaltación y aumento de la fe en los demás hombres. Ejemplo vivo lo hallamos en el bienaventurado Francisco.
Este santo varón puso especial empeño en verse pequeño y humilde ante su propia consideración y ante la estima de los demás; y hoy, por declaración expresa de la santa Madre Iglesia, es honrado entre los amigos de Dios en el cielo, y en toda la tierra. Su cuerpo glorioso, fiel trasunto de la mortificación de Cristo hasta el lecho de su muerte, ahora resplandece en sepulcro glorioso, convertido además en santuario famoso, a donde concurren los pueblos de todo el mundo a postrarse con fervor y devoción, mientras se multiplican allí los signos y prodigios.
No habían transcurrido dos años de su muerte, cuando se iniciaron las obras en lugar digno para custodiar con suma piedad sus restos mortales, en las afueras de la ciudad de Asís, junto a las murallas; lugar que el papa Gregorio noveno, nuestro predecesor, hizo suyo y transfirió la propiedad a la Santa Sede Apostólica, reservando todos los derechos inherentes a la iglesia que se construiría en dicho lugar en dependencia directa y perpetua de la misma Sede Apostólica.
En la ciudad de Asís el mismo papa Gregorio noveno canonizó al patriarca Francisco, y aprovechó esta efemérides para colocar él personalmente la primera piedra de la nueva iglesia, que nombró «Cabeza y Madre» de la Orden de los Menores, concediendo especiales prerrogativas y privilegios a este magnífico templo, que luego acrecentarían los romanos Pontífices.
Terminadas felizmente las obras de este magnífico templo, el veinticinco de mayo del año mil doscientos treinta, con solemne pompa fue trasladado el cuerpo de San Francisco; y el domingo anterior a la fiesta de la Ascensión del Señor, veinticinco de mayo de mil doscientos cincuenta y tres, personalmente, el papa Inocencio cuarto, con gran solemnidad, celebró el rito de la consagración de esta iglesia.
Así pues, Nos, a ejemplo de nuestros predecesores, deseamos acrecentar su esplendor y gloria, puesto que estamos seguros que el Patriarca seráfico impetrará del Señor más abundantes bendiciones y gracias celestes
para la Iglesia Romana, cuanto la Sede Apostólica más engrandezca su extraordinaria figura.
Por tanto, por la presente Constitución, valedera para siempre, erigimos dicha iglesia de San Francisco en Basílica patriarcal y Capilla papal.”

Oficina de Comunicaciones.
Foto: Fray Ryszard WRÓBEL OFMConv.