Queridos hermanos:

                Es Pascua, y Cristo rompe las cadenas de la muerte y asciende victorioso del abismo (cfr. Pregón Pascual); Pascua del Señor, que es la última verdad sobre la creación. El Resucitado tiene el poder de realzar las contradicciones y miserias de nuestro interior y de superar los grandes abismos que atraviesan la historia actual.

                De hecho, el mundo parece obstinarse en albergar situaciones inspiradas por el mal; situaciones que golpean con fuerza, en primer lugar, a los más débiles: a los pueblos avasallados; a los países llevados a la guerra por el ansia de algún poder invasor; a quienes se ven obligados a emigrar y exiliarse; a quienes sufren por el proliferar de las guerras étnicas y civiles, fomentadas frecuentemente por quienes comercian con las armas; a los damnificados por los corruptos de turno; a los países dominados económica y culturalmente; a los jóvenes privados de futuro; a los pueblos considerados como “innecesarios”; a los indefensos que son asesinados sin piedad, etc.

                Para nadie es noticia que el mal sea parte del gran misterio de la vida y del corazón humano. Sin embargo, María Inmaculada, la nueva Eva, aplasta la inmunda cabeza del Maligno; y Jesús, el Cristo, lo ha vencido para siempre. El Señor Resucitado cerró las puertas del abismo y abrió para nosotros la nueva Jerusalén; él es el Hombre nuevo que nos comunica su nueva humanidad.

                Cabe preguntarnos, entonces, cómo corresponder a tanta Gracia. En efecto, dejarnos habitar por la novedad del Resucitado no impide y -más bien- impulsa hacernos algunas preguntas y optar por los “lugares” o “posiciones” lo más franciscanas posibles.

                En realidad afirmo y re-propongo actitudes y opciones que ya veo presentes en nuestra Orden; a saber: acoger desde lo profundo del corazón la Paz mesiánica, la Paz ofrecida por el Resucitado; hacer de nuestras fraternidades espacios luminosos de justicia y paz; orar desde el corazón, con sincera actitud creyente; desbordar en gratuidad y generosidad, ungidos por la misericordia del Padre; preferir ser “lugar” profético, alternativo a todo tipo de violencia; hacer de nuestras fraternidades y misiones “lugares” habitados de Evangelio; ubicarnos y entendernos desde el lugar del perdedor, del desplazado, del sediento de justicia y de paz.

                En tiempos difíciles, no se trata de salvarnos a nosotros mismos, sino de ofrecer al Salvador, a quien queremos transparentar en nuestra vida y en nuestras obras. Parafraseando a un filósofo, propongo preguntarnos siempre ¿cómo ser poetas en tiempos de miseria?

                Agradezco los gestos solidarios de toda la Orden y de tantos laicos hacia los frailes y otras personas afectadas por la agresión bélica que sufre Ucrania. Invito a todos los hermanos a permanecer en el amor de Cristo, amor de Cruz, que resucita en la esperanza.

                ¡Felices Pascuas!

Roma, Pascua 2022

Fray Carlos A. TROVARELLI
Ministro general