Sería maravilloso poder charlar con San Maximiliano M. KOLBE para pedirle consejo, para entender algunas decisiones misioneras, formativas y administrativas. Parece que no será posible hacerlo y, al menos en este caso, el covid-19 no tiene nada que ver.

Creemos que aquel 24 de abril de 1930 haya sido para Maximiliano KOLBE un día memorable. En este día de hace 90 años, el barco en el cual viajaba atracó en Japón. Después de casi dos meses de viaje, Fray Maximiliano daba el primer paso en suelo japonés.
¿Por qué Japón? Maximiliano quería conquistar todo el mundo para Cristo, bajo la protección de la Inmaculada. Este proyecto misionero estuvo marcado por pequeños y grandes fracasos, de muchos problemas. Pero él nunca se dio por vencido y nunca hizo cálculos siguiendo lógicas “humanas”.
En el 1927 se trasladó de Grodno (hoy Bielorrusia) al recién construido Convento de Niepokalanów con la editorial fundada un año antes. Cuando realizó el traslado de Cracovia a Grodno iba solo, la completa casa editorial cabía en una maleta; cuando trasladó la casa editorial de Grodno a Niepokalanów, lo hizo junto con 30 hermanos aproximadamente, y tuvo que utilizar el tren para transportar toda la maquinaria. Cuando decidió tomar consigo 4 hermanos y partir hacia la misión –inicios del 1930-, Niepokalanów contaba con 104 hermanos; se imprimían 120,000 copias mensuales del “Caballero de la Inmaculada” en aquel entonces. Hablando humanamente, este era el peor momento para la partida: Niepokalanów se encontraba en la primera fase de desarrollo y la única persona que podía sustituir a Maximiliano para guiar el Convento, era su hermano de sangre Fray Alfons, el cual tenía serios problemas de salud.
Como sea, el 26 de febrero de 1930 Fray Maximiliano finalmente pudo partir y, después de muchas desaventuras, logró llegar a Japón, donde dio inicio a la actividad misionera. En la decisión de Maximiliano había de todo un poco: valor para dejar Niepokalanów (con muchas cosas aún por hacer), capacidad para buscar la voluntad de Dios en las pequeñas cosas y en los encuentros (con la firme confianza de que es Dios quien manda), capacidad para aceptar que no todo debe estar completamente listo y que es determinante iniciar; santa insensatez de lanzarse hacia lo “imposible”…
El caso es que desde aquel momento inició nuestra presencia en Japón, que continúa hasta el día de hoy.
Querido San Maximiliano ¡quién sabe cómo recordarás tú aquel 24 de abril de hace 90 años!

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