Del 25 al 28 de julio de 2024, los jóvenes de la comunidad de Curicó emprendieron por segunda vez la Misión Franciscana de Invierno en el sector de la parroquia Cordillerilla, con el lema: “Escuchar con humildad, nos une en fraternidad.”

Este mensaje resonó profundamente en los corazones de los cerca de 30 jóvenes de la Pastoral Juvenil Franciscana en preparación para el sacramento de la confirmación, quienes, juntos a Fray Fabio M. MAZZINI, Fray Benjamín CASTRO HERRERA y Fray Sebastiano CONTRI, se dedicaron con entrega y amor a la misión.
Nuestra llegada a Cordillerilla fue un reencuentro con la esencia misma de la misión: compartir, escuchar y ser parte de la realidad de nuestros hermanos, aunque fuera por un momento. A medida que nos adentrábamos en las casas y corazones de la gente, sentimos una cálida acogida y una generosidad que nos fortaleció espiritualmente. La misión no solo se trataba de llevar un mensaje de fe, sino también de ser testigos del amor de Dios a través de nuestras acciones y presencia.
Uno de los momentos más significativos de la misión fue la llegada a Potrero Grande, una localidad cercana. Aquí, la necesidad de apoyo y compañía era palpable. Nos encontramos con familias que, a pesar de vivir en condiciones precarias, nos recibieron con una sonrisa y una hospitalidad conmovedora. Entre las diversas actividades que realizamos, una de las más impactantes fue la reparación de una casa cuya familia vivía en situaciones muy difíciles. Ver a los jóvenes trabajar arduamente, llenos de entusiasmo y compasión, fue un testimonio vivo del Evangelio y del ser franciscanos. Cada clavo martillado y cada tabla colocada no sólo mejoraba una vivienda, sino que también construía un puente de esperanza y solidaridad.
Los días transcurrieron entre encuentros, oraciones, cantos y fraternidad. Cada conversación era una oportunidad para escuchar con humildad, para comprender las alegrías y desafíos de las personas, y para aprender de su fortaleza y fe. Nos dimos cuenta de que, aunque éramos nosotros los que veníamos a dar, recibíamos mucho más en términos de sabiduría, amor y gratitud.
La misión culminó con la Santa Misa dominical, un momento de profunda espiritualidad y comunión. La iglesia del sector se llenó de fieles que, junto a nosotros, celebraron la Eucaristía con un fervor que nos conmovió hasta las lágrimas. La generosidad con la que nos acogieron, su disposición a compartir lo poco o mucho que tenían, y su espíritu de fraternidad, fueron una clara manifestación del amor de Dios en acción.
Al despedirnos de los fieles de Cordillerilla, llevamos en nuestros corazones la certeza de haber vivido una experiencia transformadora. La misión nos recordó la importancia de escuchar con humildad, de unirnos en fraternidad y de ser instrumentos del amor de Dios en el mundo. Nos sentimos profundamente agradecidos por la oportunidad de haber compartido estos días con la comunidad, y esperamos con ansias futuras misiones donde podamos seguir sembrando semillas de fe y esperanza.

Fray Benjamín CASTRO HERRERA.