– Durante el Ángelus del domingo 6 de octubre de 2024, en la plaza de San Pedro en Roma, el Papa Francisco anunció el nombramiento de 21 nuevos Cardenales. En esa ocasión, subrayó que su procedencia «expresa la universalidad de la Iglesia que sigue proclamando el amor misericordioso de Dios a todos los hombres de la tierra», y su inclusión en la Diócesis de Roma «manifiesta el vínculo inescindible entre la Sede de Pedro y las Iglesias particulares esparcidas por el mundo».
En el círculo de estos nuevos Cardenales, que serán creados en el Consistorio del sábado 7 de diciembre de 2024, se encuentra también un Hermano de la Orden de los Conventuales, Arzobispo de Teherán- Isfahán de los Latinos en Irán, a quien tengo la alegría y el placer de entrevistar.
– Desde que llegué a Irán, me he sentido, junto con nuestros fieles, garante de las puertas de nuestras iglesias, que desgraciadamente, debido a condiciones ajenas a nosotros, aún no son inclusivas, pero que, no obstante, siguen siendo entradas silenciosamente acogedoras. Conceder a la República Islámica la presencia de un Cardenal da a la Iglesia local visibilidad en el exterior y a la Iglesia universal un nuevo punto de apoyo en el mundo para incluir el mayor número posible de culturas.
– Eminencia, ¿qué sentimientos experimentó ante la noticia de Su nombramiento como Cardenal? ¿Cómo concibe Su nuevo servicio a la Iglesia y a la Santa Sede? ¿Con qué espíritu desea desempeñar las funciones cardenalicias que Le han sido confiadas?
– La sorpresa se tradujo en manos temblorosas y pálidas. Necesité algún tiempo para recuperar el control de mis emociones.
Comparo este nuevo servicio con el de consejero del Ministro general, Asistente general de una región y Definidor general de la Orden. Soy, por tanto, Arzobispo para los Latinos en Irán y Cardenal en Irán, como dijo el Santo Padre en la carta que nos envió a nosotros, nuevos Cardenales, con la mirada levantada al cielo, es decir, ampliando nuestra visión al mundo entero.
Acepto gustosamente la petición del Santo Padre de considerar esta función como diaconía, realizándola al servicio de la Palabra de Dios y del Pueblo de Dios.
– Llegados a este punto, me gustaría pedirle a Usted que volviera con su memoria al pasado, a las principales etapas de Su vida, en particular a Su experiencia como Hermano franciscano, y compartiera con nosotros Sus pensamientos y percepciones sobre la misión de la Iglesia contemporánea.
En primer lugar, me gustaría preguntarle a Usted en qué medida Su entorno familiar, escolar, parroquial, eclesial y social le preparó para las tareas de Su vida futura. ¿A qué recuerdos y acontecimientos de su infancia y primera juventud vuelve con gusto en su corazón?
– Agradezco la oportunidad de volver a leer la historia del plan de Dios para mi vida. A mis ojos, nada de mi primera infancia me preparó para el episcopado y menos aún para el cardenalato. Pero a lo largo del camino debo admitir que todo lo que he vivido y sigo viviendo forma parte y está al servicio del plan de Dios.
Nunca podría hacer justicia a todas las personas y lugares que han contribuido a formarme: una familia cuya historia está marcada por sacerdotes y religiosos a los que hemos conocido en vida o a través de historias; dos colegios católicos (los Hermanos Maristas de Arlon y los Javerianos de Brujas) con hermanos y profesores dedicados a los jóvenes y que nunca desanimaron la llamada de Dios, a pesar de que la sociedad circundante veía la vocación como una enfermedad psicológica; no una Parroquia, sino una Basílica doble, románica y gótica, en Brujas, dedicada a la Santa Sangre, cuya reliquia se venera desde su llegada en la Edad Media y se lleva cada año en una suntuosa procesión por las calles de la ciudad, y de la que fui monaguillo y acólito; el club de judo donde aprendí a dominarme y el club de astronomía que amplió mis horizontes a las insondables maravillas del universo; las imágenes de la Virgen María en cada esquina, las numerosas capillas rurales dedicadas a Ella.
– ¿Cuándo nació Su vocación a la vida religiosa y sacerdotal? ¿De dónde le vino la elección de entrar con los Conventuales? ¿Qué opina de la formación que recibió en la Orden a la que pertenece? ¿Influyó significativamente en Sus actitudes y comportamientos posteriores?
– A los cinco años, mientras visitaba con mi padre la iglesia conventual de las Clarisas en Arlon, sentí la llamada de Dios. De joven fui monaguillo en Brujas, en la Catedral de San Salvador y después, hasta mis veinte años, en la Basílica de la Santa Sangre. Ya atraído por el sacerdocio, siguiendo la vida ejemplar de sacerdotes, algunos de los cuales eran de mi familia, a los doce años pensaba en llegar a ser Obispo. De adolescente, llegué a vivir en la habitación de un antepasado capuchino que había sido Obispo misionero en el Congo. En su biblioteca, además de libros de piedad, las historias de las obras de los Oblatos en el Lejano Norte y de los Jesuitas en Extremo Oriente atrajeron especialmente mi atención a la misión. Pero fueron las fotos en blanco y negro de Asís en un libro sobre San Francisco las que más me conmovieron. Aunque toda mi juventud estuvo inmersa en la relajante atmósfera de las abadías y beaterios (beguinajes) de los alrededores, los santuarios rurales y las capillas dedicadas a la Bienaventurada Virgen María, las suntuosas iglesias góticas y los sobrios lugares de culto románicos, fue en el Convento de los Hermanos Menores Conventuales de San Buenaventura, con la contigua Capilla pública de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, situados en la calle Tiensestraat de Lovaina, donde me enamoré de la vida religiosa que finalmente abracé.
Me fascinó la fraternidad, en toda su complejidad, la complementariedad de la diversidad, un desafío continuo que encuentra su fuente en Jesucristo y culmina en la Eucaristía.
Recibí mi formación religiosa y académica en un entorno internacional. En el Colegio Seraphicum de Roma, el padre Blasucci me dijo lo importante que era esto para la vida religiosa. Durante los muchos años en que las circunstancias me llevaron a vivir solo en un Convento, formar parte de una Orden internacional y de una familia religiosa de todas las clases sociales fue un gran apoyo para mí y sigue siéndolo en mi contexto actual. Esto ha creado lazos inestimables de cercanía orante.
Por eso me esfuerzo en reunir a los fieles y a las comunidades, si no bajo el mismo techo, al menos bajo el mismo cielo, con todos los medios a mi alcance sin desanimarme nunca, confiando en Dios que nos ha confiado la casa común para que vivamos en fraternidad universal, tras las huellas de San Francisco a quien el Creador dio hermanos.
– ¿Qué es para Usted lo más atractivo de la espiritualidad franciscana? ¿Qué santos franciscanos considera como guías espirituales y modelos a los que referirse en el camino de comunión con Dios?
– La contemplación de Dios en su creación, el encuentro con su rostro en los grandes y los pequeños de este mundo, y la perseverancia ante la adversidad en conformidad con Jesucristo.
Un Hermano flamenco me enseñó a dar importancia no sólo al fundador de nuestra Orden, sino también, si no más, a la propia fundación y a todos aquellos que la han constituido a lo largo de los siglos, traduciendo el espíritu de nuestro Seráfico Padre en un carisma vivo y actual en todo momento y época.
– ¿Cuáles son los mejores momentos de Su ministerio sacerdotal? ¿Qué experiencias pastorales y apostólicas ha adquirido a través de Su servicio episcopal? ¿La elección del lema: Deus meus in Te confido (Dios mío, en Ti confío), en su escudo episcopal, es para Usted una fuente de esperanza y de fortaleza para superar las adversidades y las dificultades?
– Durante años, en Bruselas, me senté en los locutorios durante incontables horas, escuchando pacientemente el sufrimiento de la gente hasta la extenuación. Descubrí que el maligno había utilizado mi don de escuchar para hundirme. Esto me enseñó la justa medida de las cosas. Y por eso, cuando llegué a Beirut, el confesionario se había convertido en mi jardín. Aunque hubiera malas hierbas que quitar, daba prioridad a las plantas que necesitaban cuidados. Comprometerse con una vida virtuosa significa no permitir que los vicios tomen el control. Sólo el Amor vence.
En primer lugar, me di cuenta de que, aunque nada a mis ojos parecía conducirme a este servicio episcopal en la iglesia, en realidad toda mi trayectoria religiosa anterior me había preparado para ello. Luego fue como la ampliación de horizontes que experimentamos en la Orden. Como miembros de una comunidad, nos aplicamos a las tareas que se nos encomiendan, como a nivel provincial o general, pero el horizonte se amplía y, por utilizar una palabra de moda, aumenta la responsabilidad de acompañar el proceso de “sinodalidad”.
“Dios mío, en Ti confío”. Por Dios, con Dios y en Dios, descubrimos los talentos que necesitamos para alcanzar nuestro propósito. Debemos ponerlos a disposición de Dios y de nuestro prójimo, sabiendo que nada es imposible para Dios, especialmente cuando creemos haber tocado nuestros límites y el final de una situación parece más lejano que nunca. Tras la terrible muerte en la cruz, está la vida eterna prometida por el Señor resucitado.
– El Concilio Vaticano II y los Papas recientes apuntan a un cristianismo abierto al diálogo con todas las personas y todas las instituciones sociales. En este contexto, ¿cómo ve Usted el papel y la tarea de una “Iglesia en salida”, de una “Iglesia que llega a las periferias del mundo”? ¿Cómo atraer a los “lejanos” a la Iglesia? ¿Y cómo hacer que los “cercanos”, los que ya pertenecen a ella, se apasionen aún más por la comunidad eclesial?
– La misión de la Iglesia es la de estar en misión, ir a escuchar el clamor de la tierra y de los hombres, especialmente de los pobres. La historia del Buen Samaritano y la de San Francisco y el leproso nos muestran que, más allá de los principios y convicciones que nos hacen mirar hacia otro lado o elegir la acera de enfrente, el encuentro es beneficioso para todos.
El Cardenal Cardijn transmitió a la Juventud Obrera Católica el principio de “observación – discernimiento – acción”, que sigue siendo pertinente hoy en día. En palabras del Sínodo sobre la sinodalidad: “comunión – participación – misión”. En la sesión de 2024 del Sínodo sobre la sinodalidad, el Santo Padre añadió la palabra “misericordia”.
Si queremos responder a la llamada del Señor a ser pescadores de hombres, debemos comprender que los discípulos pescadores, aunque conocían su oficio y no habían pescado nada, fueron capaces de echar las redes donde Jesús les pedía, para una pesca milagrosa. Y esto no sólo al principio de la vida pública de Jesús, sino también una vez más después de su muerte y resurrección.
Por tanto, debemos dejarnos interpelar, cuestionar y aprender a creer en la presencia y la acción de Jesús en nuestra oscuridad. Él es nuestro Salvador y nosotros debemos ser auténticos discípulos para ser testigos creíbles. Sólo así seremos sal de la tierra, levadura viva y lámpara encendida.
– En Su opinión, ¿cuáles son los retos más importantes a los que se enfrenta la Iglesia hoy en día? ¿Cuál es la mayor esperanza de la Iglesia en nuestro tiempo?
– Su credibilidad frente a los desafíos del mundo. Desafíos claros son también la diversidad cultural y el pluralismo religioso.
Una mayor “sinodalidad” conducirá a una Iglesia más policéntrica e inclusiva. Su autenticidad, en el sentido de conformidad de su testimonio y de su acción con su doctrina, no excluye la unidad en la diversidad.
– Eminencia, llegamos a la pregunta final: ¿con qué palabras de aliento desearía Usted dirigirse a nuestros Hermanos que difunden el carisma franciscano en el mundo?
– Busquemos contribuir, con un corazón sencillo en nuestro seguimiento de Cristo -tras las huellas de Francisco y de sus seguidores, en fraternidad en el Espíritu Santo-, a la justicia, la paz y la alegría, que unirán a toda la humanidad en hermanos y hermanas, unos con otros, con el fin de construir nuestra casa común.
– Muchas gracias por concedernos esta entrevista y por compartir con nosotros Su rica experiencia. Le deseo de todo corazón la abundancia de los dones del Espíritu Santo, la protección de María Inmaculada y la intercesión de nuestros Santos Patronos, especialmente de nuestro Seráfico Padre San Francisco, en el fructífero ejercicio de Su ministerio cardenalicio para el bien de la Iglesia universal y de todo el pueblo santo de Dios.
Roma, Convento de los Santos XII Apóstoles, 10 de diciembre de 2024.
Entrevistador: Fray Sławomir GAJDA OFMConv.
El Cardenal Dominique Joseph MATHIEU OFMConv nació el 13 de junio de 1963 en Arlon – Bélgica. Vivió en Brujas a partir de 1970; luego en Sint-Kruis a partir de 1977 y en Damme a partir de 1983. Comenzó su educación en la escuela primaria “Institut Sainte-Marie des Frères Maristes” de Arlon (1969-1970) y la continuó en el “Sint-Franciscus-Xaverius Instituut de Brujas (1970-1975). En el mismo instituto cursó también el primer ciclo de secundaria (Gymnasium) (1975-1978) y el Bachillerato Lingüístico con orientación en Economía (1978-1983). El 3 de octubre de 1983 ingresó en el Noviciado de los Hermanos Menores Conventuales en Schwarzenberg – Alemania. Profesó los votos simples el 23 de septiembre de 1984 en Damme – Bélgica y ese mismo año comenzó los estudios de filosofía y teología en la Pontificia Facultad Teológica San Buenaventura (Seraphicum) de Roma, que terminó en 1989. Hizo su Profesión solemne el 20 de septiembre de 1987 en la iglesia conventual “Santa Virgen de los Siete Dolores” en Halle – Bélgica. Fue ordenado sacerdote el 24 de septiembre de 1989 en la parroquia Asunción de la Santísima Virgen María en Damme – Bélgica. Prestó un año de ministerio en el Convento de Lovaina; de 1990 a 2012 residió en el Convento de Bruselas, donde desde 1995 fue Rector del Santuario Nacional de San Antonio de Padua; después pasó seis meses entre 2012 y 2013 en el Convento de Halle. En la Provincia belga OFMConv, que más tarde se convirtió en Delegación general, ocupó diversos cargos: Promotor vocacional (1989-1995), Secretario provincial (1992-1995), Ministro provincial (1995-2001), Delegado general (2001-2012). En 2013 se trasladó al Líbano, como miembro de la Custodia provincial de Oriente y Tierra Santa. También aquí ocupó diversos cargos, entre ellos el de Secretario custodial (2014-2018) y Formador (2016-2019). Estuvo de familia en los Conventos de Sin-El-Fil en Beirut (2013-2015), Zahlé (2015-2018) y de nuevo en Sin-El-Fil (2018-2019). En el Capítulo general de 2019 fue elegido Asistente general para Europa Central (Centralis Europae Foederatio). El 8 de enero de 2021, el Papa Francisco lo nombró Arzobispo de Teherán-Isfahán para los Latinos de Irán, y fue consagrado el 16 de febrero de 2021, fiesta de San Maruta, Patrón de Irán, en la Basílica de los Santos XII Apóstoles de Roma, eligiendo como lema episcopal las palabras Deus meus in Te confido (Dios mío, en Ti confío). El 12 de noviembre de 2021 llegó a Irán y el 4 de diciembre de 2021 tomó posesión canónica de la Arquidiócesis, que excepcionalmente tuvo lugar en la Nunciatura en presencia del Nuncio apostólico y de un sacerdote asirio-caldeo. El 31 de diciembre de 2021, obtuvo un permiso de trabajo de las autoridades locales y al día siguiente, el 1 de enero de 2022, celebró su primera Misa pública, durante la cual hizo su entrada en la Catedral de la Consolata de Teherán. Desde el 30 de marzo de 2022, es Presidente de la Conferencia Episcopal Iraní. En vísperas de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, el 7 de diciembre de 2024, el Papa Francisco le creó Cardenal y le asignó el título de Santa Juana Antida Thouret en Roma.