“Lo que empezó como una exótica enfermedad del lejano Oriente, en poco tiempo se convirtió en una realidad que ha golpeado a nuestra fraternidad directamente” -son las palabras de Fray Andrés QUESADA SOTO, que habita en el Convento “San Antonio de Padua” en San Salvador – El Salvador, de la Custodia provincial María Madre de Misericordia en Centroamérica.
“Apenas iniciaba la emergencia en El Salvador y ya nos había sorprendido la prolongada permanencia de nuestro hermano Javier Ernesto GUERRA en uno de los centros de cuarentena establecidos por el gobierno. Han sido días de angustia para él y para el resto de la fraternidad.
Para nosotros, la pandemia ha sido más que la incomodidad del ‘Quédate en casa’ o la ‘nueva normalidad’ de clases virtuales y distanciamiento social. Nos ha traído dolor, miedo e incertidumbre por la enfermedad de nuestros familiares y amigos. Compartimos la tribulación de muchos de nuestros hermanos y hermanas de la parroquia Jesús de las Misericordias, que también han sido contagiados con este nuevo virus. Incluso hemos llorado la muerte de algunos de ellos. Además, casi a diario nos siguen llegando mensajes de solidaridad de parte de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de El Salvador, comunicando la muerte de algún consagrado.
A esta situación ya de por sí difícil de la emergencia sanitaria, se suman también las dificultades y desacuerdos políticos en el país y las afectaciones causadas por las tormentas tropicales Amanda y Cristóbal. Varias familias de la comunidad parroquial lo han perdido todo a causa de las inundaciones y deslaves. Ahí también se han hecho presentes los frailes, principalmente por medio de Fray Erick Gerardo MARÍN CARBALLO, para tratar de llevar alivio a estas familias.
Aquí la pandemia tiene rostro. Y como lo decía un hermano, la hermana muerte se siente muy cercana, pero hemos buscado estar juntos para afrontar la dificultad. Es como dice san Pablo: ‘Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados pero no abandonados…’ (2Cor 4, 8-9).
Aun así, no todo son malas noticias. Hemos aprendido a valorar más el tiempo juntos y a descubrir el sentido de los detalles cotidianos. Celebramos con más conciencia y alegría los pequeños gozos que cada día nos trae: un aniversario, una profesión, la recuperación de un ser querido, las noches de película de los viernes, o las pupusas del domingo… También hemos descubierto nuevos talentos y nos hemos atrevido a ponerlos al servicio de la comunidad. La necesidad nos ha vuelto más creativos.
Seguimos orando, sonriendo, trabajando y soñando. Aquí la vida sigue y se renueva de formas insospechadas, porque ‘esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo’ (Jn 17, 3). Y en medio de esta pandemia, Lo vamos conociendo mejor.”
Fray Andrés QUESADA SOTO