1. Un evento para no olvidar

Escarbando en la memoria
Se me ha pedido que ofrezca una contribución a la memoria de un acontecimiento particular vivido por nuestra Orden en el ocaso del segundo milenio: el Capítulo general extraordinario, celebrado en México en 1992.
Un acontecimiento que no es retórico calificar de “memorable”. En realidad, suele ocurrir que lo que merece ser recordado desaparece rápidamente de la memoria. Todos tendemos a ser “archivistas” apresurados, es decir, a guardar y luego olvidar, hechos y experiencias que son significativos en sí mismos, que han hecho aportaciones importantes: en este caso al camino de nuestra Familia franciscana. Nuestro interés se ve pronto atraído por la avalancha de nuevos acontecimientos, y rápidamente nos hace consideras los hechos relevantes, que han marcado la vida de la Orden, como “historia ya pasada”. Es más, yo mismo, que participé en aquel Capítulo, tuve que esforzarme en escarbar en mi memoria para recuperar lo que vivimos en aquel verano de 1992. También confieso que poco hubiera podido escribir sin la preciosa ayuda del Commentarium Ordinis, que con sus crónicas en latín me ayudó a rememorar aquella densa experiencia mexicana.
Por otro lado, los testigos directos de aquel Capítulo desaparecen, y los que quedan pueden encontrar sus recuerdos cada vez más nublados por la avanzada edad… Entre otras cosas, tenía curiosidad por comprobar cuántos de los 135 participantes en aquel Capítulo (capitulares y algunos hermanos llamados a realizar diversos servicios) ya no están más. No he podido hacer un recuento preciso, disponiendo únicamente, además de mi limitada memoria, de la necrológica que figura en el apéndice del último Álbum General de la Orden, actualizada, sin embargo, hasta el 30 de abril de 2019. He contado 56 hermanos ya fallecidos, a los que hay que añadir otros que han sido llamados por el Señor en los últimos tres años y medio.
En esta primera parte de mi remembranza, quisiera simplemente ofrecer, sobre todo a quienes conocen poco de aquel Capítulo (en aquella época, tal vez, eran sólo niños o aún no habían venido al mundo…), algunas informaciones sobre el proceder del Capítulo, recordando, en un próximo episodio, algo de su contenido. 

Una novedad absoluta
No sé a quién se puede atribuir la idea de celebrar el Capítulo general extraordinario en América Latina (AL): no he podido investigar si se trató de una sugerencia hecha en el Capítulo general ordinario de 1989, o si fue una propuesta surgida posteriormente en el gobierno de la Orden. El hecho es que era algo definitivamente nuevo. Un Capítulo general, aunque no electivo, pero sí un verdadero Capítulo general, el 195º de la historia de la Orden, celebrado incluso al otro lado del océano. Realmente una novedad absoluta. Posteriormente, después del año 2000, hubo grandes encuentros internacionales de miembros de la Orden en lugares alejados de Italia, por ejemplo en Polonia, India, Argentina, pero no Capítulos generales extraordinarios: el de México, como Capítulo de ultramar, fue un unicum.
Evidentemente, la organización fue todo un reto: encontrar alojamiento para tanta gente, no sólo para residir sino también para trabajar adecuadamente; transportar el mucho material necesario, organizar los viajes para que pudieran llegar desde los cinco continentes y salir sustancialmente juntos, etc. El compromiso y trabajo de muchas personas fue notable, empezando por el propio Ministro general, Fray Lanfranco SERRINI, para quien significaba mucho esta decisión; pienso muy especialmente en el muy trabajador Secretario general de la Orden, Fray Cristoforo ZAMBELLI, y en los hermanos de la entonces misión de México (que luego se convirtió en Provincia), pertenecientes a la Provincia de las Santas Águeda y Lucía en Italia (Sicilia).
El Capítulo tuvo lugar del 20 de agosto al 15 de septiembre de 1992, en la sede de la Conferencia Episcopal Mexicana, en la periferia norte de la enorme metrópoli de Ciudad de México. Se trata de un moderno edificio, dotado de numerosos espacios y, en particular, de una amplia y muy funcional sala de reuniones circular. La habitación estaba aislada (con acceso controlado), rodeada de muchos edificios religiosos, incluido el Seminario de teología para nuestros posnovicios mexicanos y una parroquia atendida por nuestros hermanos, que lleva el nombre de San Francisco de Asís.  Era una casa más que digna; el único aspecto problemático, que quedó bien grabado en la memoria de los capitulares, fue la escasez de alimentos suministrados en las comidas: nadie regresó a casa con kilos de más; un hecho que fue saludable para los capitulares necesitados (pero quizás no ansiosos) de una dieta.
Hay que decir que la presencia de los hermanos misioneros de Sicilia fue especialmente valiosa en la elección de México.

Los participantes
Hubo 121 capitulares, procedentes de los cinco continentes, algunos con viajes muy exigentes.
En las Actas del Capítulo se agrupan en las siguientes categorías: 11 miembros de la Curia general (Ministro general, ex Ministro general, Definidores generales, Secretario general de las Misiones); 36 Ministros provinciales; 6 Custodios generales; 13 Custodios provinciales; 33 Custodios capitulares de las Provincias (figura ya desaparecida); 22 Delegados provinciales (pertenecientes a las Provincias más numerosas): en total, pues, 121 capitulares. Otros 13 hermanos, algunos residentes de la cercana casa religiosa conventual, que realizaban otras tareas: secretaría, traducciones, liturgia, voceros, etc.
Es interesante señalar que, de las 36 Provincias, 28 eran europeas (12 italianas). Desde el punto de vista institucional, la Orden seguía mostrando un rostro claramente “eurocéntrico”.

¿Por qué en América Latina?
El Ministro general lo explicó en su discurso de apertura. SERRINI dijo: «Hemos querido que este Capítulo extraordinario fuera en América Latina. Todos conocemos los motivos: el 500 aniversario de la evangelización de estas tierras [más concretamente, el 500 aniversario del llamado “descubrimiento de América” en 1492] y, para nuestra Familia, casi 45 años de nuestro regreso». El Ministro general mencionó la primera y tímida inserción de la Provincia estadounidense de la Inmaculada Concepción en Costa Rica en 1946 y luego en Brasil, en Río de Janeiro en 1948. En los mismos años, los hermanos de la Provincia de Padua llegaron también a Brasil, Argentina y Uruguay. La mención del “regreso” de nuestra Orden en América Latina se refería a una cierta presencia que ya se había producido en siglos pasados; en el Capítulo había un interesante informe al respecto, titulado: «La presencia de los franciscanos menores conventuales en las “Nuevas Indias”» (del cual hablaré en el segundo episodio).
Creo que podemos decir que la elección de AL, un continente y una Iglesia en viva efervescencia, fue dictada también por el deseo de imprimir en la vida de la Orden un mayor impulso misionero, que en aquellos años iba creciendo con las diversas aperturas. La Orden se atrevió a abrir misiones o, al menos, presencias en muchos países nuevos.
Incluso una comparación entre las presencias latinoamericanas de entonces y las actuales, muestra la expansión de la Orden en esa zona. Cabe destacar que en este Capítulo sólo había dos Ministros provinciales y Cuatro Custodios provinciales de circunscripciones latinoamericanas, todos ellos, sin embargo, nativos de las Provincias fundadoras, no nativos de AL. La situación actual, como sabemos, es decididamente diferente.
La elección de AL indicaba, pues, una voluntad de ampliar los horizontes, de cultivar el valor de la misión y la apertura de nuevas fronteras. Pero el Ministro general instó, en sus discursos, a comprometerse con el crecimiento de la Orden no sólo en el plano de la expansión misionera, sino también en relación con otras dimensiones: la de la vida fraterna, la del espíritu franciscano, la de la formación, la de la sensibilidad a los problemas del mundo, la de la atención a los signos de los tiempos. Resumiendo, este Capítulo debía ser: una ayuda para todos, una conversión evangélica más viva, una renovación del carisma franciscano conventual, una mayor atención a los contextos culturales y eclesiales de las diversas presencias conventuales en ese momento de nuestra historia.

Una actividad intensa y un programa articulado
¿Cómo se estructuraron los trabajos del Capítulo?
Se centraron en tres temas, titulados: Presencia y testimonio franciscano conventual hacia el año 2000; Justicia, Paz y Salvaguardia de la Creación; Estudio del carisma franciscano en las distintas etapas de formación. El trabajo realizado primero en los coetus, es decir, en los grupos geográfico-lingüísticos, y luego en la Asamblea general, generó tres grandes documentos.
Este trabajo fue precedido por una serie de informes, confiados no sólo a los hermanos, sino también a laicos latinoamericanos.
Pero también hubo varios momentos significativos, más allá de los trabajos en sí del Capítulo, algunos de los cuales fueron muy significativos. Me gustaría recordar algunos de ellos.
En primer lugar, al comienzo del Capítulo, tras las primeras formalidades, el 22 de agosto tuvo lugar una emotiva conmemoración de los cuatro mártires asesinados en AL: Fray Casimir CYPHER de la Provincia de San Buenaventura en los Estados Unidos, asesinado en Honduras en 1975; Fray Carlos de Dios MURIAS de la Provincia Rioplatense (entonces aún no erigida), asesinado en Argentina en 1976; Fray Michał TOMASZEK y Fray Zbigniew STRZAŁKOWSKI de la Provincia de San Antonio y del Beato Jacobo de Strepa en Polonia (Cracovia), asesinados en Perú en 1991. Se sabe que estos tres últimos han sido proclamados beatos.
También estuvieron presentes en esta conmemoración tres hermanos Obispos conventuales en tres diócesis brasileñas: el italiano Fray Luigi (Amilcare) D’ANDREA, el polaco Fray Augustyn (Stefan) JANUSZEWICZ y el estadounidense Fray Elias James MANNING, que se quedaron con nosotros por un tiempo, contando su experiencia y compartiendo algunos momentos con los capitulares. Era una señal de que la Orden estaba arraigando en la Iglesia latinoamericana. Actualmente, los tres Obispos participantes han fallecido; posteriormente, otros seis hermanos fueron nombrados Obispos en AL.
Otro momento significativo fue la peregrinación del Capítulo al santuario de la Virgen de Guadalupe, patrona de México y de toda AL, en el antiguo centro de la Ciudad de México. En la solemne Concelebración Eucarística se encomendó a la Virgen toda la Orden y en particular el trabajo del Capítulo en curso. El Ministro general dijo en su homilía: «En el “fiat” de María está nuestro “fiat”, en su consagración está nuestra consagración».
No faltaron algunas visitas a lugares significativos para sentirse cercanos a la antigua realidad de los pueblos mayas: en particular una excursión a algunas de las famosas pirámides, no lejos de la Ciudad de México. Otra experiencia de gran interés fue la visita al riquísimo museo mexicano de antropología e historia de la capital. En realidad, el tiempo dedicado a las giras fue bastante sobrio: quedó claro que el nuestro no era un viaje turístico…
También hubo ocasión de solemnizar en fraternidad algunos acontecimientos de la vida de la misión siciliana en México, participando en la admisión al Noviciado de algunos postulantes y en la celebración de las Profesiones simples y solemnes de algunos jóvenes hermanos mexicanos, así como en la bendición de una nueva iglesia de la misión. También se visitó el recientemente construido Monasterio de las Clarisas Urbanistas.
Algunas noches después de la cena estuvieron dedicadas a momentos especiales y alegres de la vida fraterna: eran veladas organizadas por cada uno de los distintos “coetus” de la Orden.
El recuerdo de los Capítulos generales suele llevarnos a reconocer estas circunstancias como ocasiones singulares para vivir una experiencia especial de fraternidad dentro del vasto horizonte de toda la Orden. En el caso del Capítulo de México, como ya se ha mencionado, los Capitulares se vieron “obligados” a permanecer en la misma localidad: salir de ella para aventurarse en otros lugares habría sido problemático, sobre todo teniendo en cuenta la dificultad de desplazarse en el ámbito de una vasta metrópoli, cuya aglomeración alcanzaba varios millones de habitantes. Y así crecieron las oportunidades de estar juntos.
Experimentar una fraternidad ampliamente internacional es siempre una preciosa riqueza, una oportunidad para abrir la mente y el corazón a la variedad de hermanos que componen la gran familia de la Orden.

El saludo final fue alegre y sinceramente fraternal. En la despedida, cada miembro del Capítulo recibió de los hermanos siciliano-mexicanos un gran y llamativo sombrero, que fue muy apreciado, a pesar de la difícil tarea de de acomodarlo adecuadamente en sus respectivos vuelos de regreso.

✠ Fray Gianfranco Agostino GARDIN
Treviso, 27 de septiembre de 2022                                                                                 

(continuará…)