En El Salvador, desde hace muchos años, los ciudadanos hemos venido desarrollando un esfuerzo colectivo por garantizar el cumplimiento de algunos derechos humanos fundamentales.

No estamos hablando de asuntos periféricos, estamos planteando temas nacionales que han sido postergados y que hoy, más que nunca, reclaman ser atendidos. La ratificación del derecho humano al agua y a la salud, así como el derecho humano a la alimentación adecuada, son el horizonte de lucha y de esperanza de un movimiento ciudadano que, apoyado por diferentes expresiones organizativas, busca una reforma constitucional que garantice al pueblo salvadoreño el goce de estos derechos.
Como hermanos franciscanos conventuales, caminando en este país, participamos activamente de esta campaña. Nuestro carisma nos impulsa a responder a los signos de los tiempos, a mirar la realidad desde el horizonte evangélico, a seguir soñando y dar nuestro aporte en la construcción del bien común. La búsqueda de la justicia, la paz y la integridad de la creación son valores que perfilan nuestra identidad, validan nuestras palabras y nos conectan con el corazón del Dios encarnado y abrazado por San Francisco de Asís.
Esta campaña de reforma constitucional está caracterizada por la pluralidad de organizaciones: asociaciones campesinas y académicas, oenegés, la Iglesia Católica de El Salvador, redes ambientales y de consumidores. En este entramado de esfuerzos, aportamos como franciscanos nuestra visión evangélica de mundo y los valores carismáticos. El camino no ha sido fácil y las acciones de incidencia variadas: muchas reuniones, sesiones con diputados de diversas bancadas, pronunciamientos, conferencias de prensa y uso de redes sociales. El contexto político no es el más favorable, pero seguimos aportando y aprendiendo en este movimiento que lleva más de 13 años.
Y es que la participación de las organizaciones eclesiales junto a los movimientos sociales del país tiene una larga tradición. De San Óscar Arnulfo ROMERO Y GALDÁMEZ hemos aprendido a preocuparnos y ocuparnos de todo aquello que amenaza la vida frágil, rompe la comunión y encubre la injusticia. La presencia de los frailes en estos ambientes es apreciada y valorada. Y, para nosotros, escuela evangélica de seguimiento de Cristo.
Podemos descubrir que detrás de estos y otros tantos derechos, históricamente negados, aparecen rostros concretos: mujeres caminando largas distancias para conseguir agua, niños con problemas de salud, jóvenes que no encuentran esperanza y se ven obligados a migrar. Familias enteras que viven en la informalidad y precariedad. Son temas de carácter estructural que merecen, por tanto, un abordaje que atienda a las causas. Una ley no resuelve el problema, pero se convierte en un mecanismo que activa procesos de participación ciudadana y aporta un marco jurídico que favorece la construcción conjunta de la democracia. Y desde nuestra identidad cristiana, constituye una forma de atender el clamor de aquellos cuyo lamento sube hasta el cielo (Cfr. Ex.2,23).

Fray Erick G. MARÍN CARBALLO.