Prot. N. 101/2021
Tokio, 05 de febrero 2021

“Si hoy escuchan su voz,
no endurezcan su corazón…”
(Hb 3, 7-8; cfr. Sal 95 (94), 7-8)

Hacia la santidad comunitaria,
la que se opone al «anti-Francisco»

Mensaje del Ministro general para la Cuaresma 2021

Queridos hermanos:
¡El Señor les dé su paz!           

  1. ¡Escuchemos al Espíritu y no endurezcamos el corazón!

Habiendo invocado al Espíritu Santo para ayudarme a animar esta Cuaresma que ya está a las puertas, dos sencillos versículos vinieron a mi corazón (en realidad, uno en dos formas similares), tanto del Salmo 95 (94), 7-8: “Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:  «No endurezcan su corazón»”, como de la variante que presenta el autor de la Carta a los Hebreos, citando el mismo salmo: “Si hoy escuchan Su voz, no endurezcan su corazón” (3, 7-8). Este Salmo nos es tan familiar… varias veces a la semana está en nuestros labios. Aprovecho, por tanto, -permítanmelo por favor- hacer una reflexión que espero nos ayude a todos.
Antes del versículo citado de la Carta a los Hebreos, “Si hoy escuchan su voz…”, el autor escribe: “Como dice el Espíritu Santo”. Se refiere al soplo del Espíritu que inspiró al autor del Salmo. Pero el mismo Espíritu también actúa entre nosotros y nos hace propuestas que muchas veces no escuchamos lo suficiente. Nuestro corazón puede endurecerse no por mala voluntad o por descuido, sino por muchas otras razones que suelen servir de autojustificación; todas ellas importantes, ciertamente: compromisos, preocupaciones, urgencias, problemas, trabajo. San Francisco de Asís escribe sobre este peligro ya en la Regla no bulada: “Por lo tanto, hermanos todos, guardémonos mucho de perder o apartar del Señor nuestra mente y corazón so pretexto de alguna merced u obra o ayuda” (Regla no bulada, XXII 25).
Por lo tanto, escuchemos con atención lo que nos dice el Señor, lo que el Espíritu nos inspira, no endurezcamos el corazón, ¡estemos atentos al peligro de las distracciones!

               

  1. Vocación a la santidad comunitaria

Simplemente, es mi deseo recordarles (una vez más) que este año (y ciertamente siempre), como Hermanos Menores Conventuales, hemos sido llamados –así nos lo ha inspirado el Espíritu- a interiorizar nuestra vocación a la santidad comunitaria. De hecho, en nuestro Proyecto Sexenal de la Orden (PSO), en la etapa prevista para este 2021, el llamado es a “volvernos fraternidad” (PSO, Parte 2). En la presentación de esta segunda parte del PSO, recordábamos que “el seguimiento nos lleva a la conformitas, siguiendo las huellas que San Francisco nos ha dejado, no como individuos solitarios sino como parte de una fraternitas, que nos ha recibido en camino hacia una santidad comunitaria”.
La fraternidad es “un cuerpo vivo, que necesita de cuidados para crecer” y, por lo tanto, se reitera “la importancia que tiene la formación inicial y permanente, el testimonio como comunidad creíble, el estudio y la profundización de nuestro carisma franciscano”.
Para poder alcanzar esos fines, en la misma presentación se recuerda el uso de herramientas tan sencillas y a la mano de todos como son: un horario cotidiano que dé prioridad a todo lo comunitario (oración, alimentos, recreación), un horario semanal y mensual donde no falte el espacio para nutrirse y para compartir la vida (Capítulo conventual, retiros, lectio, salidas‐giras fraternas)”.
También se mencionan instrumentos más específicos y profundos, como la “capacidad de discernimiento evangélico”, el “saber confrontarse-medirse” con nuestro contexto social, político, histórico para dar respuestas adecuadas; o el “probar nuevos caminos que encarnen, con fidelidad creativa, el carisma”, según la famosa moción 9 del Capítulo general: “Vino nuevo en odres nuevos”  (cfr. Mt 9,14‐17).
Todo esto no sólo para poder sustentar el “frágil equilibrio” de la fraternidad, sino también, precisamente, para ser felices en el testimonio de la especificidad de nuestro estilo conventual, que es la fraternitas: no sólo en el sentido de formar una comunidad, sino en el de “vivir, pensar y actuar en modo fraterno y evangélico en cada tiempo de nuestra vida”.

 

  1. Importancia de la formación permanente

Hermanos, los tiempos han cambiado y cambian muy rápidamente. Como el resto del mundo, también la Orden, en medio de la pandemia, se ha enfrentado a varias situaciones de cuarentena y cierres que han interrumpido nuestros encuentros ya agendados. Pero estas situaciones nos han hecho recordar, una vez más, lo que ya desde hace años venimos diciendo: la importancia de la formación permanente vivida sobre todo en nuestros Conventos; una formación que lo involucre todo: el corazón, la mente, el espíritu, el discernimiento evangélico, las decisiones tomadas en el Espíritu, los caminos de conformación de una fraternidad sólida, el compromiso común, etc.
Por tanto, pido a toda la Orden que no “endurezca el corazón” en la escucha de lo que nos pide nuestra vocación y la Iglesia: no desvirtuar nuestro carisma, no desanimarse al enriquecer nuestra elección, cuidar de todos los espacios fraternos empezando por el Capítulo conventual, los encuentros fraternos y formativos de zona, acogiendo todas las demás posibilidades significativas para realizar procesos de formación comunitaria. En efecto, los Capítulos conventuales, la lectio, los retiros comunitarios, etc., bien celebrados, son fuente de acercamiento fraterno, de perdón, de misericordia, de crecimiento, de formación, de interpretación de la realidad, de planificación seria y evangélica, de acogida de los dones teologales, de conversión.

               

  1. Conversión – para oponernos al “anti-Francisco”

La Cuaresma es casi sinónimo de conversión, tanto cuanto la “conventualidad” lo es de una sana fraternidad. Los Ministros generales de la Primera Orden recordaban que la Regla no bulada, de la cual estamos celebrando el VIII centenario, “no escatima en exhortaciones para que el seguimiento de Jesús se viva desde la hermandad. Y se podría aventurar a la formulación, casi como una especie de “dogma”, de resumen que podemos sacar de entre las líneas del texto, de que: ¡nada es tan anti-franciscano (bien podríamos decir anticristiano) como un estilo de vida que se forma y crece fuera de la pasión por los lazos fraternos…” (Vivir y seguir. Carta de los Ministros generales franciscanos, 04 de octubre 2020, subtítulo Contrarios al «anti-Francisco». ¡Sólo como hermanos!).
A cada uno les deseo una buena y creativa Cuaresma, vivida con espíritu de responsabilidad para hacer crecer la vida fraterna según nuestro carisma. El carisma de la fraternidad es un don del Altísimo: “¡el Señor nos dio hermanos!” (cfr. San Francisco, Testamento 14). Todos: ministros, custodios, delegados, guardianes, formadores y cada hermano, estamos llamados a escuchar el Espíritu que nos impulsa a ser lo que decimos ser: franciscanos y conventuales.
Que nuestro camino cuaresmal, en cada parte de la Orden, esté acompañado de un particular itinerario fraterno hacia la santidad comunitaria.

Fray Carlos A. Trovarelli
Ministro general


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