El domingo 12 de septiembre de 2021, el Cardenal Stefan WYSZYŃSKI, Primado de Polonia (1901-1981), será elevado a los altares y proclamado beato. Merece la pena conocer a esta figura excepcional, no sólo porque en los difíciles tiempos del comunismo dirigió a toda la Iglesia de Polonia con la valentía y la sabiduría que emanan del Evangelio, sino también porque fue un “humilde terciario franciscano” y, además, se inspiró abundantemente en el espíritu de San Maximiliano María KOLBE.
Primado del milenio
El Cardenal Stefan WYSZYŃSKI nació el 3 de agosto de 1901 en Zuzela, a orillas del río Bug, en Polonia. Tras aprobar el examen de bachillerato, ingresó en el Seminario mayor de Włocławek y fue ordenado Sacerdote el 3 de agosto de 1924. Durante cuatro años estudió en la Universidad Católica de Lublin, obteniendo un doctorado en derecho canónico. En los años 1929-1930 realizó un viaje científico a Europa Occidental. Tras su regreso a Polonia, fue profesor de ciencias sociales en el seminario de Włocławek y editor de la revista teológica “Ateneum Kapłańskie” (Ateneo Sacerdotal).
Durante la Segunda Guerra Mundial, llevó a cabo una labor pastoral clandestina en diversas partes de Polonia; por ejemplo, predicó en secreto ejercicios espirituales y jornadas de retiro para diversos grupos sociales. Inmediatamente después de la guerra regresó a la Diócesis de Włocławek para organizar el seminario y dedicarse a la labor editorial y de publicación. El 4 de marzo de 1946, el Papa Pío XII lo nombró Ordinario de Lublin. Fue consagrado Obispo por la imposición de manos del Cardenal August HLOND, Primado de Polonia, el 12 de mayo de 1946 en Jasna Góra. Eligió como lema episcopal las palabras: Soli Deo (Sólo a Dios). El 16 de noviembre de 1948 fue nombrado Metropolitano de Gniezno-Varsovia y Primado de Polonia, así como Presidente de la Conferencia Episcopal Polaca.
Comenzó su servicio como Primado en condiciones extremadamente difíciles debido al sistema totalitario ateo. El Papa Pío XII, apreciando su trabajo y sus esfuerzos apostólicos, le nombró miembro del Colegio Cardenalicio en el Consistorio del 12 de enero de 1953, pero las autoridades estatales comunistas no le permitieron ir a Roma. Fue detenido el 25 de septiembre de 1953 y pasó más de tres años en diferentes lugares de detención: Rywałd Królewski, Stoczek Warmiński, Prudnik, Komańcza.
Tras su liberación, reanudó su servicio como Primado con renovado entusiasmo y dedicación, aplicando los grandes programas pastorales que había concebido y elaborado durante su encarcelamiento: “Los Votos de Jasna Góra de la nación polaca” (“Jasnogórskie Śluby Narodu Polskiego”), que hacían hincapié en la fidelidad a Dios, a la Iglesia y a sus pastores, en la lucha contra los vicios nacionales y en el desarrollo de las virtudes sociales (1956); la peregrinación de la copia del cuadro milagroso de Nuestra Señora de Częstochowa a todas las parroquias de Polonia (desde 1957); la Gran Novena, es decir, un período de nueve años de preparación para el milenio del cristianismo en Polonia y de renovación social y moral (1957-1965); el acto de consagración total de la nación polaca a la Madre de Dios (“esclavitud materna”, “macierzyńska niewola”) para la libertad de la Iglesia en Polonia y en el mundo, y, finalmente, la celebración del milenio del Bautismo de Polonia (1966).
Participó en todas las sesiones del Concilio Vaticano II (1962-1965) e implicó a toda la Iglesia polaca en los trabajos del Concilio, iniciando las llamadas “vigilias conciliares de oración con María”. A petición suya, el Papa Pablo VI proclamó a María Madre de la Iglesia (1964). Con este espíritu, el 5 de septiembre de 1971, hizo un acto de consagración de toda la familia humana a María, Madre de la Iglesia, en Jasna Góra. Su devoción mariana es bien conocida, así como las palabras que repetía a menudo: “Lo he apostado todo por María”.
Defendió con firmeza los derechos humanos y nacionales durante los conflictos sociales del país. Condujo a la Iglesia victoriosamente a través de la difícil experiencia del comunismo. Se le considera uno de los más grandes polacos del siglo XX. Ha pasado a la memoria de la posteridad como el padre de la nación, hombre de estado excepcional y de grande autoridad moral, y sobre todo como el “Primado del milenio”: “Dios da un padre, un pastor, y un Primado así una vez cada mil años”.
Murió el 28 de mayo de 1981 en Varsovia.
Terciario franciscano
“Mis queridos hermanos, permítanme llamarlos así, aunque sea yo un humilde miembro de la Tercera Orden. Me alegro de estar entre ustedes, Reverendísimos Padres y Miembros de esta Curia general de los Hermanos Menores Conventuales, una Orden benemérita…” – así comenzó su discurso el Cardenal Stefan WYSZYŃSKI cuando visitó la Curia general de los Franciscanos Conventuales en Roma, el 24 de octubre de 1970. En estas palabras podemos leer algo más: sus profundos sentimientos por nuestra comunidad religiosa.
Fue terciario franciscano desde su estancia en el seminario de Włocławek (1920-1924). Y hay que decir, porque quizá sólo unos pocos lo sepan, que era un fiel seguidor del Pobrecillo de Asís. Se trata de un tema poco conocido que requiere un estudio más profundo por parte de expertos en su vida y espiritualidad.
Ni una sola vez mencionó con orgullo en público su pertenencia a la Tercera Orden de San Francisco de Asís. Remarcaba los lazos y cercanía que sentía con aquellos que viven según el espíritu de la Regla franciscana: “Como terciario franciscano, me siento en comunión espiritual con la gran familia franciscana, que reúne a un gran número de religiosos, hermanas y terciarios laicos en todo el mundo” (1959). Se enorgullecía de su pertenencia a la Tercera Orden: “Dios me ha permitido enamorarme del maravilloso modelo de San Francisco. Soy terciario franciscano desde mis tiempos de seminarista” (1971). También sentía un fuerte vínculo espiritual con la cuna de la Orden Franciscana: “Les agradezco de todo corazón las oraciones por mis intenciones en la tumba de San Francisco de Asís. Debo confesar que creo que estoy allí casi todos los días, porque tengo la costumbre de acudir a mi patrón de la Tercera Orden, a la que pertenezco desde el seminario” (1974).
Llegados a este punto, es necesario señalar que el Primado, según las posibilidades de su tiempo, meditaba a menudo y se sumergía en el pensamiento de San Francisco. Sabía mucho sobre la vida del Santo de Asís. Incluso se tiene la impresión de que sus conocimientos en este campo superaban con creces el conocimiento promedio de los propios franciscanos. Y él, personalmente, ¡bebió mucho de su e espiritualidad! Simplemente estaba fascinado por su santo patrón. He aquí una de sus observaciones: “La liturgia de la Misa de San Francisco busca revelar la verdad: Francisco lee y realiza el Evangelio, y precisamente por eso es contemporáneo, vivo, cercano y está en medio de nosotros” (1976). El ejemplo y la enseñanza del Santo de Asís siguen siendo actuales, no han perdido nada de su valor. Fue un predicador del Evangelio y lo sigue siendo hasta hoy, no sólo a través de sus discípulos y en sus familias religiosas, sino especialmente mediante los frutos actuales del amor perfecto de Cristo. Es, pues, un ideal y un modelo de hombre para nuestro tiempo. ¡Y es tan necesario en nuestros tiempos!
Además, todo el franciscanismo actual -según el Cardenal-, es “extrañamente sugestivo” (1981). Vio también en el movimiento franciscano una posibilidad real de renacimiento de la Iglesia y del mundo. Al mismo tiempo, quería renovar la propia espiritualidad franciscana, tan importante para toda la cristiandad. Reconocía el gran papel de la Regla de San Francisco en la vida de la Iglesia y deseaba que, con el celo del fundador, “se realizasen los ideales franciscanos y se llevase la acción franciscana a los nuevos tiempos con la plenitud del espíritu franciscano” (1959). Por eso, las diferentes familias franciscanas tienen una importante tarea, porque son herederas de un pensamiento de renovación moral, social y económica en el espíritu de San Francisco. Quería que “la vida en nuestro país fuera más franciscana, más evangélica, más parecida a Cristo” (1976).
¡El Primado del milenio era un verdadero franciscano!
Mílite de la Inmaculada
Contemplando toda la vida del Cardenal Stefan WYSZYŃSKI, escribir que era alguien cercano, muy cercano, a San Maximiliano María KOLBE, sería escribir demasiado poco. En cierto modo, el Cardenal WYSZYŃSKI, vivió esta eminente figura y su idea/propuesta, su visión clarividente en nuestro tiempo. Sobre esto debemos añadir algo importante: durante su ministerio como Primado continuó la misión apostólica de padre KOLBE y la promovió en toda la Iglesia de Polonia. Baste señalar que los “grandes programas pastorales” antes mencionados y llevados a cabo por él, especialmente los preparativos para el milenio del cristianismo en Polonia, entonces comunista, emprendidos con gran vigor, así como otras acciones encaminadas a fortalecer la vida religiosa, todos ellos fueron inspirados por el espíritu mariano de Fray Maximiliano, fueron fruto de su devoción mariana: “¡Creedme, es realmente así! Estoy profundamente convencido de que se puede entrar con valor por los caminos indicados por él” (1962). A través de sus “grandes obras”, Fray Maximiliano educó a la nación en una veneración más profunda por la Inmaculada y “puso, por así decirlo, los cimientos sobre los que el episcopado polaco construyó más tarde sus programas pastorales”. Los Obispos polacos, que “en su trabajo reproducen hoy el modelo del Mílite de la Inmaculada” (1971), “estaban muy interesados en su idea”. “En momentos difíciles, aparentemente sin esperanza, cuando no sabíamos como salvar a la Iglesia de la ateización y la decadencia moral, nos inspiramos… en el ejemplo de la vida, la obra y la muerte heroica del padre Maximiliano María KOLBE” (1979). Su misión para la Iglesia y el mundo resultó ser “profética”. Fue un visionario “profético” (1971), que se convirtió en un signo elocuente de los tiempos difíciles de la guerra y la posguerra.
Nuestro gran Cardenal, siendo un hombre de profunda vida interior, desde el principio de su servicio como Primado se encomendó a la intercesión celestial del Siervo de Dios – padre Maximiliano. Su confesión, tan sencilla y abierta, toca y aferra el corazón, y al mismo tiempo hace pensar: “Hace poco recibí una fotografía de padre KOLBE… Todos los días, cuando salgo de mi habitación, voy a la capilla, junto a esta fotografía, la miro, besando los pies de padre KOLBE. Le pido que me obtenga fuerza y poder, para que las tareas de la santa Iglesia en Polonia se lleven a cabo según la voluntad de Dios” (1951). Durante su estancia en la cárcel rezaba “muy a menudo” por la intercesión de padre Maximiliano, porque confiaba en que aún tenía una gran tarea que cumplir en nuestro país y al mismo tiempo creía en su extraordinario poder que fluían por toda Polonia (1956). Tenía la convicción de que en él se podía encontrar una gran ayuda espiritual (1960). Y, en otra declaración, dijo: “Personalmente, siempre confío las cuestiones más difíciles a padre KOLBE…” (1960). Llevaba constantemente en su corazón “un profundo sentimiento de gratitud al Mílite de la Inmaculada” (1962).
¿Dónde buscar los orígenes y las fuentes de tan ilimitada reverencia del Primado por nuestro Santo? Él mismo “admitió” que en el periodo anterior a la guerra, cuando se sentía “un gran hombre”, era un “enemigo de Niepokalanów”. Pero más tarde, cuando “se hizo terriblemente pequeño”, se dio cuenta de su error (1969). No dudó en decir con franqueza y desde el fondo de su alma, que “durante su vida admiró las obras de padre KOLBE” y siguió su extraordinario desarrollo (1951). “Siempre me ha interesado este extraño fenómeno en el ámbito de la vida religiosa en Polonia, a saber: Niepokalanów (Ciudad de la Inmaculada), el “Caballero de la Inmaculada”, la Milicia de la Inmaculada, y ese «salto» del espíritu franciscano – el Niepokalanów japonés” (1957). Exploró este “fenómeno extraordinario” en casi todas las dimensiones posibles. Conocía increíblemente bien la vida, la actividad y la espiritualidad del padre Maximiliano. Tenía un vasto y rico conocimiento de él. Meditó profundamente sus ideas y, como pocos, ¡entendió su espíritu! Dijo de él: “Toda su vida, todas sus dificultades, sus sacrificios y sus esfuerzos se sumaron a lo que hoy nos asombra, nos alegra, nos hace reflexionar y nos impulsa a seguir sus pasos” (1972). Por eso, “padre Maximiliano está muy cerca de nosotros, tiene una influencia constante sobre nosotros, sigue convenciéndonos y ganándonos de nuevo” (1968).
El Cardenal señaló que hoy en día “se tiene una gran necesidad de la Milicia de la Inmaculada” y que padre KOLBE “lanzó a todos nosotros una llamada a la caballería” (1957). Él mismo aceptó esta llamada y, como confesó públicamente, entró con su espíritu en las filas de la Milicia de la Inmaculada (el Primado utilizó siempre este nombre original de la Milicia de la Inmaculada: “Milicja Niepokalanej”; también hay que recordar que en los primeros años de la posguerra, los decretos y ordenanzas del gobierno comunista disolvieron las asociaciones eclesiásticas y les hicieron la vida imposible). También hizo este juramento de fidelidad: “A ti, siervo de Dios, padre Maximiliano, juramos seguir tus pasos, reavivar nuestra profunda fe en el poder de la Inmaculada y guiar tu obra en la patria de la Madre de Dios y Madre de la Iglesia, la Reina de Polonia, la Señora de Jasna Góra” (1967). Lo dijo durante la celebración del 50º aniversario de la fundación de la Milicia de la Inmaculada, que tuvo lugar en Niepokalanów.
Estaba convencido de que “la Milicia de la Inmaculada es necesaria para Polonia” (1972), porque era consciente de “¡cuánto bien ha hecho su obra! ¡Cuántas victorias en muchas almas! ¡Cuántas nobles vocaciones religiosas, cuántos impulsos de conversión! ¡Cuántos sentimientos de la más noble castidad, fe y amor! ¿Quién puede calcular esto? Si hoy quisiéramos escribir las crónicas de la Milicia de la Inmaculada, tendríamos que hacer una introspección espiritual para poder ver en el fondo de las almas, porque estas historias están escritas con el dedo de la gracia de Dios, con la participación de la Mediadora de todas las gracias, en cada alma, en cada corazón, en cada pensamiento” (1957).
Recordaba de manera especial aquel alegre día en que visitó el colegio OFMConv en Vía San Teodoro en Roma (1958), donde “en nombre de María Inmaculada, Maximiliano KOLBE, lleno de esperanza y de fe viva, comenzó la obra de la Milicia de la Inmaculada en 1917”. Fue entonces cuando le impresionó la experiencia de la extraña valentía interior de un hombre que, “viendo la inmensidad de los peligros que amenazaban al mundo y a la Iglesia, que provienen de la incredulidad y de los poderes satánicos, viendo las fuerzas conspiradoras de los poderes de las tinieblas que se vuelven contra Cristo, buscó medios de defensa. Los encontró en María Inmaculada” (1967).
El Primado definía a padre Maximiliano “un verdadero caballero de la Inmaculada”. “Se puede decir que este nuevo Mílite de la Inmaculada y esclavo de María, que condujo a Polonia por el camino de San Maximiliano hacia un mañana mejor, es también el Cardenal Stefan WYSZYŃSKI», señaló el Cardenal Józef GLEMP (1994), directo sucesor suyo como Primado de Polonia y antiguo secretario suyo durante mucho tiempo.
¡El Primado del milenio era un verdadero Mílite de María Inmaculada!
“Vuestro hermano”
Durante una de sus numerosas visitas a Niepokalanów, el Primado concluyó su mensaje en el Libro de recuerdos con estas palabras: “Vuestro hermano -Cardenal Stefan WYSZYŃSKI, Primado de Polonia_ os bendice” (1977). Todo esto ocurrió durante la celebración del 50º aniversario de la fundación del Convento de Niepokalanów.
“Vuestro hermano”. En una familia, nadie elige a un hermano, porque lo tienes o no lo tienes. ¡Es muy bello que en nuestra familia religiosa espiritual hayamos tenido un hermano tan grande, excepcional y maravilloso! Se ha convertido en “un hermano para todos nosotros”. Y lo sigue siendo. Vivió la espiritualidad de San Francisco de Asís y de San Maximiliano María KOLBE. Nos dejó, entre muchas sugerencias franciscanas, también este estímulo: “Si el amor fue posible para Francisco de Asís, para Maximiliano María KOLBE, significa que es posible para todos” (1976).
Fray Sławomir GAJDA