Para comprender el mensaje profundo de esta carta escrita por San Francisco 800 años atrás, debemos considerar varios aspectos que la componen. En primer lugar, estas palabras van dirigidas a un ministro de la Orden de los Menores[1], entre los años 1221 y 1223[2]. Otro aspecto a tener en consideración es que esta carta puede ser dividida en dos partes: 1) del versículo 1 al 12, donde el tema principal, podríamos decir, es el “discernimiento”; 2) del versículo 13 al 22, donde se nos presenta “la vida en fraternidad”[3]. Escribe el Pobre de Asís:

A fray N., ministro: El Señor te bendiga. Acerca del caso de tu alma, te digo, como puedo, que todo aquello que te impide amar al Señor Dios, y quienquiera que sea para ti un impedimento, trátese de frailes o de otros, aun cuando te azotaran, debes tenerlo todo por gracia (CtaM 1-2).

No podemos saber, a ciencia cierta, cuál era la problemática concreta que aquejaba al “ministro”, aunque podríamos llegar a intuirla por medio de las palabras de Francisco. A pesar de ello, no es de gran peso saberlo o no. Lo importante aquí es que nos encontramos ante un “hecho” que perturba el alma del hermano. El fraile en cuestión “no puede amar a Dios” porque se encuentra en una situación que se lo impide, y esto lo hace sufrir. A este punto, Francisco nos entrega su primera enseñanza en el arte del discernimiento: Todo es gracia de Dios. Para el Santo de Asís, las dificultades, los contratiempos, las enfermedades y los enemigos, también deben ser tenidos como “Gracia”. Con esto, el Santo, nos quiere decir –después de 800 años de haber escrito esta carta– que las contrariedades, los problemas relacionales en nuestras fraternidades, son más que nada “oportunidades” para el bien de nuestras almas.

Gracias a las contrariedades y enemigos que encuentra el héroe en su camino, es que puede alcanzar la meta para la que ha nacido, logrando en cada superación la mejor versión de sí mismo. Por ejemplo: si Francisco se hubiera dado por vencido frente a su padre o ante el horror que le causaban los leprosos, hoy no sería San Francisco, ni siquiera conoceríamos su historia. Escribe el Pobre de Asís, en la Regla no bulada:

Consideremos todos los hermanos lo que dice el Señor: Amen a sus enemigos y hagan el bien a los que los odian (cf. Mt 5,44), porque nuestro Señor Jesucristo, cuyas huellas debemos seguir, llamó amigo a quien lo traicionaba y se ofreció espontáneamente a quienes lo crucificaron. Por lo tanto, son amigos nuestros todos aquellos que injustamente nos acarrean tribulaciones y angustias, afrentas e injurias, dolores y tormentos, martirio y muerte; a los cuales debemos amar mucho, porque, por lo que nos acarrean, tenemos la vida eterna (Rnb XXII, 1-4).

Hasta la siguiente reflexión, en honor a los 800 años de la Carta a un Ministro.

Fray Elio J. ROJAS.


[1] Según C. PAOLAZZI, probablemente se trataba de un ministro provincial (Cfr. C. Paolazzi, Lettura degli “Scritti” di Francesco d’Assisi, Milano 2004, p. 268).
[2] Lo interesante aquí, según estas fechas, es que en 1220 Francisco había renunciado a la guía institucional de los frailes, siendo nombrado Pietro CATTANI como “Prelado” de la Orden (Cfr. G. G. Merlo, Nel nome di San Francesco. Storia dei frati Minori e del francescanesimo sino agli inizi del XVI secolo, Padova 2006, p. 37) Podríamos preguntarnos: ¿Por qué entonces este ministro escribe a Francisco y no a Pietro CATTANI? ¿Por qué Francisco responde la carta pidiendo al ministro permanecer en su obediencia cuando él mismo había renunciado a la guía de la Orden? Estas cuestiones, como otras, probablemente las trataremos en siguientes reflexiones (Cfr. C. Vaiani, Storia e teología dell’esperienza spirituale di Francesco d’Assisi, Milano 2013, p. 209).
[3] Idem. p. 210.