«Justicia, Paz y Salvaguardia de la Creación»

Me detendré brevemente sobre los otros dos documentos elaborados por el Capítulo de México ofreciendo alguna información general.

El texto de «Justicia, Paz y Salvaguardia de la Creación» es una especie de gran mensaje que se inspira, como se recuerda en su prefacio, en lo que en aquellos años se llamaba el “espíritu de Asís”. La referencia es a aquel extraordinario acontecimiento deseado por San Juan Pablo II, celebrado en Asís el 27 de octubre de 1986: el encuentro de oración por la paz que reunió a los representantes más autorizados de muchas religiones del mundo.
El trabajo de los capitulares fue introducido por una relación de Fray Peter Damian Massengill, Delegado general para Justicia, Paz y Salvaguardia de la Creación, que ayudó a situar adecuadamente la reunión dentro de este amplio y complejo tema.
El documento «Justicia, Paz y Salvaguardia de la Creación» presenta en primer lugar un amplio panorama de la situación del mundo (el de la época, situación que ciertamente no ha mejorado hoy) en relación con los tres ámbitos evocados en el título. Señala que, aunque la humanidad está disfrutando de los beneficios que ofrece el desarrollo de la ciencia y la tecnología y hayan crecido algunas sensibilidades sociales positivas, «el segundo milenio llega a su fin en medio de un mundo controvertido, lleno de propuestas y tensiones, miedos y esperanzas, sombras y luces». A continuación, pasan revista a las numerosas realidades negativas que afligen a la humanidad (y la preocupación «se hace más viva – señalan – en un país de América Latina, continente atormentado, tierra de grandes sufrimientos y de grandes esperanzas para la Iglesia, donde ya se han contado numerosos mártires de la caridad, que han dado su vida por defender a los más pobres: entre ellos también cuatro de nuestros hermanos»). La lista de elementos negativos que marcan el mundo se revisó con cierta amplitud: desde las numerosas formas de pobreza hasta las innumerables violaciones de la vida y la dignidad humana, de los derechos fundamentales de la persona; pasando por la práctica generalizada del aborto, la tasa de mortalidad infantil todavía elevada, las múltiples formas de marginalidad e injusticia, los regímenes no democráticos, las discriminaciones de diverso tipo, las nuevas formas de colonialismo, y así hasta la imposición generalizada de un sistema económico y financiero que favorece a los ricos, lo que conduce una vez más a la triste constatación de que «los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres». A ello se añade una explotación irracional de la tierra y sus recursos con todo lo que ello conlleva.
Obviamente, el magisterio más reciente de la Iglesia, en particular el del Papa Francisco, permite actualizar hoy este cuadro, captando situaciones aún más dramáticas (cf. Evangelii gaudium, 52-60; 186-237; Laudato si’, 17-61).
Ante esta situación del mundo, que no puede dejarnos indiferentes, el documento, tras considerar los valores inspiradores provenientes de la Palabra de Dios, del Magisterio social de la Iglesia, de la figura y espiritualidad de San Francisco, propone a la Orden un compromiso firma por la justicia, la paz y la salvaguardia de la creación. Este compromiso se expresa en estas tres declaraciones, en las que se hace especial hincapié:

«Ante las muchas y vastas situaciones de injusticia, nosotros, con el espíritu y el estilo de Francisco, nos sentimos hermanos de todos los hombres, rechazando toda forma de discriminación, declaramos y reconocemos como hermanos nuestros de modo especial a quienes son víctimas de toda forma de injusticia: en ellos en particular vemos presente a Jesús (cf. Mt 25)».

«Frente a las situaciones de conflicto, armado o no, que se presentan ante nuestros ojos, queremos ser hombres de paz siempre y en todas partes».

«Frente a todo lo que amenaza la realidad de la creación, don e impronta de la sabiduría y la bondad divinas, nos proponemos hacernos promotores de un respeto efectivo por el mundo natural, “morada” de la humanidad presente y futura».

A continuación, el documento se ocupa de ilustrar, también con indicaciones muy concretas, cómo deben plasmarse estos compromisos a distintos niveles (individualmente en cada hermano, comunitariamente, etc.).
Se trata, pues, como familia religiosa y como individuos, de ponernos del lado de los pobres, de los oprimidos, de los marginados, de los explotados; de crecer en nuestra atención a toda forma de injusticia; de ser heraldos y promotores de la justicia no sólo con palabras, sino con el compromiso de nuestra vida, del perdón y de la reconciliación, de la tolerancia, la acogida y el respeto a todos, del diálogo abierto y sincero, de la no violencia, de la cultura de la vida. Y, una vez más, se nos pide que alcemos la voz contra toda forma de explotación del planeta, que eduquemos en el amor a la naturaleza, que practiquemos un estilo de vida sobrio. 
También se reconoce que tales declaraciones «son muy exigentes y requieren una coherencia lúcida, firme y valiente». No ignoramos -se afirma- nuestras limitaciones, y reconocemos el deber de proponernos un esfuerzo continuo de conversión, y pedirlo al Señor cada día.
El texto capitular tiene el mérito de no limitarse a exponer buenas intenciones, sino que ofrece indicaciones concretas, teniendo en cuenta los ámbitos de la fraternidad, de la formación y del servicio a los hombres. Y lo hace a varios niveles: el de cada hermano individualmente, el de la vida fraterna en comunidad, el de la Provincia, el de la propia Orden, ofreciendo una serie de indicaciones interesantes, sin duda todavía válidas hoy.
Recuerdo que este documento necesitó una elaboración laboriosa y debatida, precisamente porque la concreción de las propuestas encontraba -como siempre que se intenta traducir los principios en opciones efectivas- divergencias o sensibilidades diferentes.
Creo, además, que el tema de justicia, paz y salvaguardia de la creación (este tercer elemento en particular)) fue bastante novedoso en nuestras reuniones capitulares, acostumbradas a tratar más bien temas muy internos a la Orden o a la vida religiosa. Después de todo, la figura del Delegado general de Justicia, Paz y Salvaguardia de la Creación había sido establecida en el Capítulo general de 1989, es decir, hacía sólo tres años. Desde este punto de vista, hay que reconocer al Capítulo mexicano la valentía de una mirada amplia, de una atención al mundo practicada en el espíritu de la Gaudium et spes, de saber moverse dentro de la historia con esa actitud profética que hoy urgen a la Iglesia los cristianos “escuchas de la Palabra” y los auténticos franciscanos de nuestro tiempo.

«El estudio del carisma franciscano en las diversas etapas de formación»
Sólo dedicaré un breve espacio a este tercer documento. Esto no se debe a que el tema de la formación no merezca atención; de hecho, su importancia en el ámbito eclesial y, en particular, para quienes acceden a la vida religiosa o al ministerio ordenado, es cada vez mayor. Pero puede decirse que el tratamiento de este tema en Ciudad de México fue una etapa de un vasto trabajo, iniciado tiempo atrás y continuado, en particular, con el posterior Capítulo general extraordinario de 1998 (celebrado en Ariccia), que produjo un documento final titulado «La formación en la Orden. Líneas para un compromiso renovado».
Al tratar este tema en México, se prestó particular atención a la reflexión sobre cómo ofrecer a los hermanos, en formación inicial y permanente, los contenidos del carisma franciscano y la ayuda para asimilarlos.
Antes de tratar el tema, el Asistente general para la Formación, Fray Santos Játiva Mateo, explicó cómo se llegó a la decisión de tratar este tema. Curiosamente, la petición había partido de los formadores de la Orden. Evidentemente era necesario un subsidio para dar a conocer el franciscanismo y formar a las personas para vivirlo de un modo no improvisado ni vago, sino preciso y serio, con una necesaria gradualidad, teniendo en cuenta la diversidad de edad, estudios y condición de los formandos: desde los que se acercaban a la Orden con algún deseo vocacional, hasta los comprometidos en la formación permanente, aceptando también las indicaciones de la Iglesia sobre la formación en la vida religiosa.
El documento resultante tiene en cuenta, basándose en El Discipulado Franciscano, cuatro etapas o cuatro destinatarios: los primeros pasos (acompañamiento vocacional) y el Pre-Noviciado o Postulantado; el Noviciado; el Post-noviciado; la formación permanente. Para cada una de estas etapas se ofrece: una premisa que pretende esbozar el destinatario de la formación, el objetivo y la finalidad de la presentación del carisma, el contenido que se ofrecerá y algunos posibles temas en los que se hará hincapié. Al final figura una bibliografía en varios idiomas.
No profundizaré más en este documento: ilustrarlo con mayor precisión supondría transcribirlo íntegramente. Además, como ha he mencionado, el siguiente Capítulo general extraordinario -seis años después- se dedicó sustancialmente al tema de la formación. Lo que nos llama la atención es que este tema decisivo también recibió especial atención en la cita mexicana.

7. Algunos apéndices interesantes
El texto oficial que da cuenta de lo producido por el Capítulo general de México no termina con los tres documentos presentados. Les siguen páginas dignas de mención. Estas son:
34 decretos tomados directamente de los documentos capitulares, donde se daban indicaciones precisas; debida y expresamente aprobadas por votación (un ejemplo para entender mejor: el decreto 18 declaraba que «La situación de un Convento con menos de tres hermanos durante un período de tres años, sea evaluada y resuelta por el Capítulo provincial»: del n. 55.2 sobre Presencia y Testimonio…).
14 mociones, es decir, indicaciones prácticas, iniciativas, llamadas a la acción, surgidas en los debates capitulares, no presentes como tales en los documentos; también aprobadas por el Capítulo con votación.
Estos decretos y mociones permitieron inteligentemente disponer de normas o indicaciones claras, hacer verdaderamente operativo -incluso de manera obligatoria- todo lo que el Capítulo había presentado como cosas concretas a poner en marcha: evitar que todo se “evaporara” en vagos deseos o anhelos, o en propuestas “posibles”, de hecho dejadas a la libertad de cada hermano o jurisdicción.
Además, aparecen 3 declaraciones presentadas al Capítulo relativas a: el compromiso de la Orden en la antigua Unión Soviética, la Provincia de Rumanía, la Provincia de Bélgica.
Por último, también se reportan 15 fichas informativas, presentadas -cae suponer- por el gobierno de la Orden. Merecen ser reportadas, porque dan testimonio de los proyectos vivos de la Orden en esa fase. Las fichas son las siguientes:

1. Asís – Centro Franciscano Internacional para el Diálogo (Cefid)
2. Asís – Centro Internacional de Promoción Vocacional (Cipv)
3. Roma – Centro Franciscano de Estudios Ambientales – Centros similares en Montevideo y Cracovia
4. Viena – Seminario de lengua alemana para la ayuda a Austria y a las Provincias de Europa del Este
5. Lusaka – Centro Interfranciscano “San Buenaventura”
6. Estambul – Proyecto para la preparación de clérigos en lengua turca y en diálogo ecuménico e interreligiosos, con énfasis en el Islam
7. Proyecto Líbano
8. Proyecto Francia para revitalizar la presencia de la Orden en ese país
9. Proyecto Escandinavia: Suecia-Dinamarca
10. Proyecto Hungría
11. Proyecto Checoslovaquia
12. Proyecto Bulgaria e Iglesia Greco-oriental
13. Proyecto en la ex Unión Soviética
14. Ayuda a Provincias en dificultad
15. Asís – Caput et Mater totius Ordinis

Conclusión
Había titulado la primera entrega del relato del Capítulo general extraordinario de México “un evento para no olvidar”. Para mí, esta recreación fue una forma agradable de desenterrar de la memoria un hermoso acontecimiento. Me provocó dos sencillas consideraciones, que expongo sumariamente a modo de conclusión.
En primer lugar: hay momentos e iniciativas comunes que necesitamos. Merecen una buena preparación, sin preocuparse excesivamente de lo externo, sino centrándose en el contenido, asegurándose de que realmente ayuden a trazar un rumbo.
Una segunda conclusión nos lleva a considerar la preciosa afirmación que encontramos en Vita consecrata 42: «…tienen particular importancia los Capítulos» (…) «en los que cada Instituto debe (…) discernir, a la luz del Espíritu, el modo adecuado de mantener y actualizar el propio carisma y el propio patrimonio espiritual». Creo que el Capítulo de México puso sabiamente en práctica esta sapiente indicación.

✠ Fray Gianfranco Agostino GARDIN
Treviso, 18 de noviembre de 2022