Queridos hermanos:

Con estas pocas palabras deseo llegar a cada uno de ustedes, con mi saludo fraterno y una propuesta muy sencilla, pero cargada de significatividad.
En estos días se extienden la alarma y la realidad concreta de una epidemia viral, considerada ya una pandemia debido a su rápida difusión en más de 150 países. Ninguno está exento de la posibilidad de contraer contagio y, en cualquier caso, como Orden nos compadecemos solidariamente con todos los afectados a causa de la propagación de este virus y por las consecuencias que conlleva.
Muchas recomendaciones e indicaciones han sido emanadas por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas. Por respeto a nosotros mismos y a los demás, pido a todos y cada uno de ustedes la máxima solicitud y obediencia a tales disposiciones. Además, a través de las redes virtuales se nos ofrecen innumerables reflexiones sobre esta particular situación. Este es un buen tiempo para que cada uno de nosotros y cada comunidad profundice, desde la fe y nuestros principios carismáticos, no sólo esta especial circunstancia, sino el sentido último y trascendente de la existencia. Es tiempo de contemplación.

Con este motivo, invito ahora a toda la Orden a realizar un específico ayuno el próximo martes 24 de marzo, vísperas de la Solemnidad de la Anunciación del Señor.

Este gesto simple sea símbolo de nuestro compromiso de oración por las necesidades de la humanidad y expresión de nuestra confianza toda puesta en Dios, Señor de la Vida y de la Historia. Somos una única familia entre nosotros y con el mundo. Todo está conectado; y en esta realidad que estamos viviendo deseamos ofrecer nuestra oración, nuestra entrega y nuestro amor de cercanía.
Solicito especialmente a los Ministros, Custodios y Guardianes, a velar con amor y responsabilidad por la salud de los hermanos y de quienes comparten actividades con nosotros; asimismo, les pido a ustedes que animen y propaguen iniciativas –sobre todo- de mayor oración y solidaridad, sin olvidarse de quienes ya sufren por tantos otros males y exclusiones. Es tiempo de ser solidarios también con nuestra forma de vida.
¡Mantengámonos fuertes en la esperanza y, como franciscanos, cordialmente interesados por este mundo!

¡Mis hermanos, el Señor les dé su Paz!

Fray Carlos A. Trovarelli
Ministro general

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