Prot. N.° 835/2025
Roma, 29 de septiembre de 2025.

Queridísimos Hermanos:

El reciente Capítulo general ordinario nos ha invitado a afrontar el tiempo presente firmes en la virtud teologal de la esperanza; esperanza que nace del Crucificado-Resucitado y que nos convierte en hombres capaces de futuro; una esperanza que nos impulsa a mirar más allá, a no dejarnos vencer por las dificultades ni el cansancio del presente (véase la “Carta a todos los Hermanos de la Orden con motivo de la clausura del CCIII Capítulo general” del 21 de junio de 2025).

En esta fiesta de San Francisco, mientras nos preparamos para celebrar el octavo centenario de su tránsito a la Patria celestial, queremos mirar más allá y vivir de un modo realmente alternativo frente a la cultura dominante de nuestros días, tan a menudo alejada de los valores humanizadores y evangélicos. En este clima jubilar deseamos renovar y revitalizar todo aquello que nos caracteriza como franciscanos conventuales.

Al contemplar los acontecimientos históricos contemporáneos, sentimos cierta decepción: constatamos que con frecuencia repetimos errores ya vividos e incluso horrores que pensábamos no volveríamos a provocar. Las guerras, las dominaciones, las manipulaciones, las marginaciones, los racismos, los abusos de todo tipo, las persecuciones, los homicidios, las “limpiezas étnicas” y otras situaciones semejantes continúan, por desgracia, afligiendo al mundo.

En esta encrucijada histórica y social, nosotros, llamados a seguir a Cristo tras las huellas de San Francisco de Asís, deseamos ser signos sencillos y humildes —pero creíbles— de un modo de existir pacífico y fraterno.

Con semejante vocación, sería sumamente falso y frustrante vivir en la mediocridad o la pasividad. La radicalidad evangélica vivida en fraternidad es nuestro don específico, nuestro estilo conventual: la primacía de Dios en lo personal y en lo comunitario; el espíritu compasivo y amoroso, la misión entendida como diaconía al servicio del mundo; la opción por una vida serena y en armonía con las Bienaventuranzas evangélicas, la actitud contemplativa y el tono redimido en las relaciones interpersonales y con la creación: todo esto constituye nuestro proprium.

Por lo tanto, ante las persistentes -o nuevas- insinuaciones del mal, optamos por vivir con pureza de corazón (cfr. Mt 5,8) y desde la belleza inscrita en nosotros y en la obra de las manos de Dios.

Pedimos al Todopoderoso la ayuda para superar toda tentación o desilusión, y para vivir espiritualmente como verdaderos creyentes: evitando generar disputas, aceptando la sujeción a toda criatura humana por amor a Dios, profesando ser cristianos y proclamando la Palabra de Dios (cfr. RnB, cap. XVI).

Un camino continuo de profundización y de fidelidad a nuestro carisma, que cualifique y eleve la calidad de nuestro testimonio, nos llenará de nueva esperanza y nos hará ser los signos que el mundo necesita: signos oportunos, atractivos y proactivos.

¡Feliz Fiesta de San Francisco!

Fray Carlos A. Trovarelli
Ministro general

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