9. La idea de ir entre los infieles

Francisco, impulsado por el deseo de compartir la Buena Nueva incluso a los infieles, aun a costa de dar su vida, salió por primera vez de su Italia natal en 1212. El objetivo de su viaje debía ser Siria. Sin embargo, el barco en el que viajaba no llegó a su puerto de destino, sino que acabó en la costa dálmata debido a una tormenta. El siguiente viaje, emprendido con el propósito de alcanzar a los infieles de Marruecos en 1214 o 1215, también fracasó, ya no por mar sino a pie, a través de la vecina Francia y España. Esta vez, la enfermedad fue un obstáculo para esta notable intención de predicar en el norte de África, donde Francisco quería contribuir a la conversión del Califa Mohamed-ben-Nasser. Por desgracia, sólo llegó a la Península Ibérica, desde donde se vio obligado a regresar a Italia.
A pesar de los obstáculos, no abandonó su propósito y unos años más tarde volvió a intentarlo, exactamente en 1219. Sólo cambió de dirección, yendo a Tierra Santa. Sin embargo, allí se vivía una situación tensa entre musulmanes y cristianos, representados por los cruzados. A pesar de los peligros que le esperaban, consiguió llegar en persona al Sultán Al-Kāmil. Aunque no recibió la palma del martirio, no se puede negar su valentía, pues no tuvo miedo de atravesar incluso el fuego en presencia del Sultán. Llegar a este último fue también una inefable expresión de coraje, porque se logró en plena furia de la batalla entre los seguidores de Cristo y Alá, y lo que le inspiró a ir hacia los soldados enemigos fue su ferviente fe.
Este acontecimiento fue descrito por un contemporáneo de San Francisco, Jacobo de Vitry: “A los sarracenos que lo habían hecho prisionero en el camino, les repetía: «Soy cristiano, llevadme ante vuestro señor». Cuando fue llevado ante él, al contemplar el aspecto de este hombre de Dios, la cruel bestia se sintió transformada en un hombre manso, y durante muchos días le escuchó atentamente mientras predicaba a Cristo ante él y su pueblo. Luego, presa del temor de que alguno de los suyos se dejara convertir al Señor por la eficacia de sus palabras, y se pasase al ejército cristiano, lo hizo conducir de nuevo con honor y protección a nuestro campo; y mientras lo despedía, le recomendó: «Ora por mí para que Dios se digne mostrarme cuál ley y fe es más agradable»”.[1]

Este viaje para encontrarse con el Sultán muestra muy claramente que el Poverello de Asís, aunque no utilizó los términos “misión” o “misionero” porque tales conceptos eran ajenos a su época (aparecieron a partir del siglo XVI), estaba muy inspirado por el deseo de realizar apostolado entre los infieles.

Fray Dariusz MAZUREK, Delegado general para la animación misionera.

Basado en:
Di Fonzo W., Odoardi J., Pompei A., Bracia Mniejsi Konwentualni. Historia i życie (1209-1976), Niepokalanów 1988.
Egger W., Lehmann L., Rotzetter A., Franciszek a misje, w: Duchowość franciszkańska, Wrocław 1992, zesz. 22.
Manselli R., Francisco de Asís entre conversión del mundo cristiano y conversión del mundo islámico. ¿Una relación atípica?, en: Para mejor conocer a san Francisco de Asís, Oñate (Guipúzcoa) 1997.
Manselli R., Święty Franciszek z Asyżu, Niepokalanów 1997.
Mazurek D., Św. Franciszek z Asyżu a misje wśród niewiernych, w: W Nurcie Franciszkańskim 8 (1999) 109-119.

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[1] Historia Occidentalis, 1.II, cap. 32 «De Ordine et predicatione fratrum minorum»; Fonti Francescane 2227.