El anuncio de paz

El Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia del Concilio Vaticano II Ad Gentes subraya que Cristo, el Hijo de Dios, ha sido enviado por el Padre “para establecer la paz o comunión con El y armonizar la sociedad fraterna entre los hombres” (AG, 3). El momento mismo del nacimiento de Jesús habla de paz, destinada a abrazar al pueblo en el que Dios ha encontrado su complacencia (Lc 2,14), y el Apóstol Pablo dirá sin vacilar que Cristo “es nuestra paz” (Ef 2,14). Sin duda, también puede decirse que la verdadera paz es fruto del perdón y que todo cristiano puede “contribuir mucho al bienestar de la humanidad y a la paz del mundo” (Gaudium et spes, 72). Como verdadero discípulo de Jesús, el bautizado está obligado a tomar en serio las palabras: “Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). Viviendo las Bienaventuranzas, contribuirá a la realización de una de las tareas misioneras de la Iglesia, que es ciertamente la creación de comunidad entre personas[1].
Sin temor a equivocarnos, podemos decir que la exhortación de Francisco a la paz no ha perdido actualidad. La época en que vivió estaba llena de disputas, riñas y, como consecuencia, guerras. En su predicación, San Francisco no descuidó este tema, sino que se inspiró en los textos evangélicos para proclamar la paz. Sentía especial cercanía y afecto a las palabras de saludo: “Paz a esta casa” (cf. Lc 10,5; Regla Bulada III, 13), y también: “El Señor te dé la paz” (Nm 6,24-26; Testamento 23). “En diversas situaciones de conflicto … Francisco ha extendido la fórmula del saludo a las dimensiones de un sermón para invocar a menudo con éxito la paz”[2]. La base para considerar al Seráfico Padre como el “Ángel de la Paz”, como lo llamaba San Buenaventura, es su propia vida, impregnada de los contenidos de la Buena Nueva. Él mismo, cuando experimentó la reconciliación, deseó que otros encontraran también al Dios de la paz. Por eso, en la predicación franciscana se oía a menudo la exhortación: “Perdonad, y se os perdonará” (RnB XXI, 5)[3].
Un ejemplo concreto que confirma la verdad de estas palabras es el llevar la paz entre los habitantes de Arezzo, Siena, Bolonia. “Todo el contenido de sus palabras iba dirigido a extinguir el odio y sentar las bases de nuevos pactos de paz… Dios dio a sus palabras tal eficacia que muchas familias poderosas, entre las que había estallado de nuevo la cólera desenfrenada de odios antiguos hasta el derramamiento de sangre, sucumbieron a sus consejos que conducían a la paz”[4].
Contemplando también a Francisco en su camino hacia Tierra Santa, se revela también allí el mensaje tan característico de su misión.  A saber, el deseo de una resolución pacífica del conflicto, porque en él no se ve a un caballero de la Cruzada, sino a un peregrino preocupado por convertir a los sarracenos “con la palabra y el ejemplo”[5]. Esta actitud convirtió a Francisco y a sus hermanos en “mensajeros del Evangelio y de la paz”[6] y las palabras que proclamaban, “Paz y Bien”, eran “como el lema de la evangelización franciscana…”[7].
Estas palabras y esta actitud son cercanas al misionero de hoy, porque, como escribe san Juan Pablo II: “el misionero es el hermano universal”, y también: “es signo del amor de Dios en el mundo, porque es amor sin exclusión ni preferencia” (Redemptoris Missio, 89); lleva la paz por medio de Jesucristo a los que están lejos y a los que están cerca (cf. Ef 2,17).

Fray Dariusz MAZUREK
Delegado general para la Animación misionera

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[1] Cf. J. Esquerda Bifet, Diccionario de la evangelización, Madrid 1998, 565-566.
[2] W. Egger, L. Lehmann, A. Rotzetter, Franciszek niesie pokój, in: Duchowość franciszkańska, Wrocław 1992, fasc. 21, 1,8-9.
[3] Cf. L. Iriarte , Powołanie franciszkańskie. Synteza ideałów św. Franciszka i św. Klary, Kraków 1999, 262-263.
[4] Ibidem, 264.
[5] R. Manselli, Francisco de Asís entre conversión del mundo cristiano y conversión del mundo islámico. ¿Una relación atípica?, en: Para mejor conocer a san Francisco de Asís, Oñate (Guipúzcoa) 1997, 280, 282.
[6] F. Uribe Escobar, La vida religiosa según san Francisco de Asís, Oñate (Guipúzcoa) 1982, 99.
[7] E. Caroli, Evangelizar y contemplar, Selecciones de Franciscanismo 18 (1977), 285.