Conventualidad
Formación franciscana – inspiraciones (parte 7
)

“…Mantengan vivo el carisma de la Orden y el ‘sentir con la Iglesia’…”[1].

 

Este pasaje de las Constituciones, referido al servicio de los superiores, contiene también un programa de formación para cada uno de los hermanos: desarrollar el carisma y el “sentir con la Iglesia”. Seguramente nos ha tocado que alguien nos pregunta en qué consista el carisma especial de nuestra familia religiosa. La gente nos mira a nosotros, a los Menores y a los Capuchinos, y ve que vivimos de manera similar. Todas las familias tienen grandes y pequeños Conventos, estructuras de uno u otro tipo, brindan servicio en parroquias, misiones, en la pastoral, escuelas, centros de cridad, casas de retiro… Sin embargo, observamos que las tres ramas de la Orden de San Francisco son diferentes entre sí, no sólo en cuanto a la vestimenta, a las características estructurales o a la historia. Tenemos una espiritualidad similar y al mismo tiempo carismas diferentes y un estilo de vida ligeramente distinto. No se trata de valorar quién es mejor o peor, sino de distinguir lo que nos caracteriza, de ver ciertos acentos que nos acompañan desde siempre. Cuando tenemos claras las cuestiones clave, sabemos lo que hay que desarrollar y encontramos la manera de vivirlo…
A través de nuestra historia, la tradición, los Santos y hermanos ilustres, podemos leer cuál es el don que el Espíritu Santo hace hoy a nuestra comunidad religiosa. De hecho, la idea de nuestra vida y una breve descripción de nuestra espiritualidad y carisma está contenida en el nombre de la Orden: Hermanos Menores Conventuales. Quizás la especificidad de la conventualidad se ha desvanecido un poco, ya que existe mucho más material dedicado al franciscanismo que el que describe la espiritualidad de los Hermanos Menores Conventuales. Tal vez por eso también se nos llama (o nos llamamos) erróneamente: “Franciscanos Conventuales”.
Para profundizar, conviene recordar aquí que los primeros hermanos reunidos en torno a San Francisco se llamaban penitentes, y sólo más tarde se adoptó el nombre oficial de Hermanos Menores[2]. Ambos nombres nos recuerdan el trasfondo fundamental de nuestra forma de vida que llamamos franciscana. Esto es algo que tenemos en común con las otras familias franciscanas. En la época de San Francisco, las periferias y las ciudades eran un desafío y un terreno particular para la evangelización. Debido a la misión de la Iglesia, los hermanos “conventuales” se comprometieron a vivir entre la gente en zonas aglomeradas. Así, renunciaron a vivir en ermitas, para crear pequeños Conventos al margen de los asentamientos humanos, con un estilo de vida itinerante y comprometido con la predicación. Para evangelizar eficazmente, se concentraron en el estudio, la actividad pastoral y la belleza de la liturgia celebrada. Los Conventos se convirtieron en grandes centros pastorales con un grupo de predicadores, confesores y hermanos que se dedicaban a la labor científica, didáctica y literaria. Los hermanos vivían en comunidad y en ella aprendieron a renunciar a las aspiraciones individuales y a cooperar entre sí para servir a Dios y a los hombres[3]. En seguida, en la formación de los distintos estilos de vida franciscanos, la comunidad conventual se caracterizó por una fuerte tendencia a permanecer en comunión con la Santa Sede. No fueron tanto los propios hermanos como el Papa quien interpretó la Regla, es decir, cómo vivir el espíritu franciscano en el mundo actual, en un lugar y en un servicio determinados. El pensamiento general era que las interpretaciones de la Santa Sede debían ser aceptadas como justificadas y buenas, sin discusiones ni controversias, ya que estas últimas conducen a la amargura y a la rebelión[4]. Desgraciadamente, también ocurrió que la recepción de las dispensas, en lugar de estimular una nueva actividad evangelizadora, «adormeció» a algunos hermanos y se convirtió en un motivo para que aflojaran su celo original. Esto sigue ocurriendo hoy en día: cuando perdemos de vista la principal razón sobrenatural por la que elegimos entrar en la Orden, se desarrollan rápidamente otras motivaciones, ambiciones y aspiraciones puramente humanas (lo que yo personalmente llamo el factor humano).
Hoy en día, “ciudad” no sólo significa una gran aglomeración, sino que se refiere a un área habitada por personas de diferentes culturas, donde se entremezclan diferentes costumbres, opiniones, ideas, religiones y espiritualidades. En este sentido, podemos aplicar el concepto de “ciudad” a los suburbios, ciudades, pueblos y asentamientos.[5] Quizá en este contexto podamos pensar en la “ciudad” como un espacio “habitado por personas” no sólo en sentido físico, sino también en realidades virtuales. Para nosotros, los Hermanos Menores Conventuales, la “ciudad” es un terreno de actividad evangelizadora y pastoral, dispuesto a acoger el mayor número posible de personas para conducirlas a la salvación.
Para muchos frailes, como en el pasado, existe la necesidad de “salir de la ciudad”, de volver al silencio, a la oración, a la meditación, a vivir de las limosnas, al trabajo manual, a la penitencia, a un estilo de vida sencillo y pobre. En nuestras interpretaciones personales, esto parece ser lo que la Regla nos anima a hacer. Así que el lugar ideal para hacerlo parece ser una ermita o un pequeño Convento. Sin embargo, renunciamos a esto cuando empezamos a escuchar y a estudiar lo que Cristo el Señor nos dice a través de las enseñanzas de la Iglesia y la voz del Santo Padre. En nuestro estilo de vida está el camino de la renuncia a nuestras ideas comunitarias o personales, a menudo un tanto autodirigidas, sobre la vida religiosa. Por lo tanto, normalmente, en nuestras ermitas, casas de retiro, durante el período sabático o durante los retiros… nos tomamos un “respiro” más o menos largo para volver con energía y amor a nuestro Areópago.[6] Desarrollamos nuestro carisma cuando emprendemos nuestra misión en las “ciudades” de hoy, con la mirada puesta en la Basílica de San Pedro en el Vaticano.

Fray Piotr STANISŁAWCZYK
Delegado general para la formación


[1] Hermanos Menores Conventuales, Constituciones, Roma 2019 (art. 60, § 1).
[2] Cf. W. Di Fonzo, J. Odoardi, A. Pompei OFMConv, Bracia mniejsi konwentualni. Historia i życie 1209-1976, Niepokalanów 1988, p. 264.
[3] Cf. Lázaro Iriarte OFMCap, Historia franciszkanizmu, Kraków 1998, p. 114.
[4] Cf. Roland Preis OFMCap, Za Franciszkiem. Dzieje Zakonu franciszkańskiego 1209-1517, Kraków 2011, p. 269-284.
[5] Cf. Papa Francisco, Evangelii gaudium, n. 73.
[6] Cf. Hch 17, 22-34.