Ser lo más santo posible… 
Formación franciscana – inspiraciones (parte 14) 

La nuestro es una llamada a la santidad, que se realiza en la entrega total al Señor “que hace maravillas”, en la vida fraterna gozosa, cotidiana, y en el compromiso misionero que busca siempre llegar a todas las periferias humanas[1].

Me vino a la mente una historia relacionada con la santidad. En una diócesis se estaba organizando un viaje a Tierra Santa. En esta diócesis, en un pequeño pueblo, vivía un campesino tan comprometido con la parroquia que fue elegido por el párroco para participar en la peregrinación. El campesino, sin embargo, no quería realmente participar. Le preocupaba que, durante su ausencia, los animales de la granja pasaran hambre y disminuyeran las cosechas de los campos. Finalmente, se dejó convencer, porque sus vecinos se ofrecieron a cuidar de su granja. Al cabo de una semana, el campesino regresó de su peregrinación y, después de la misa dominical, todos se reunieron a su alrededor para escuchar su historia. «¡Has estado en Tierra Santa! ¡Qué maravilla! ¡A nosotros también nos gustaría ir! Cuéntanos: ¿cómo es?», le preguntaron los vecinos, y el párroco se hizo eco. “Pero qué «santa»… ¡es de sexta categoría!», dijo brevemente el campesino.
De ‘sexta categoría’ son los suelos muy difíciles de cultivar, que por naturaleza dan una cosecha pobre[2]. Y, en efecto, cuando uno mira con el ojo del turista o del esteta los lugares donde Jesús vivió, enseñó, murió y resucitó, puede sentirse cualquier cosa menos extasiado. Hay lugares mucho más bellos que visitar y, sobre todo, mucho más fértiles. Lo mismo sucede con nuestra vocación y santidad. Jesús elige algo completamente ordinario y pobre; nuestra vida es a veces un terreno de sexta categoría, nada delicioso, un suelo difícil y estéril. Sin embargo, cuando Él comienza a actuar en él, una vez invitado a entrar en nuestras vidas, el Gran Dueño lo utilizará de tal manera que produzca la cosecha adecuada.
San Francisco de Asís contempla así su vida. Se ve a sí mismo como una tierra estéril, como el mayor de los pecadores. A la pregunta del Hermano Maseo: «¿Por qué todo el mundo va detrás de ti?», responde que porque el Señor le ha elegido. Y lo ha hecho porque es la criatura más miserable: así puede manifestarse claramente la grandeza y la magnificencia del Creador. A Dios no le estorba la pequeñez del hombre para hacer cosas grandes[3]. En la vida espiritual, la cosecha no proviene de la propiedad de la tierra, que es el hombre. Los frutos de la vida y de la acción humanas son un don del Señor, que desea obrar a través del hombre. Dios es Santo, podemos acercarnos a Él y entregarnos a Él. Él da la semilla, que es el amor, y la fuerza para hacerla crecer. Lo importante, por tanto, es pensar en la santidad no tanto como un estado, sino como un camino de crecimiento en el que uno va añadiendo amor a todo lo que ha recibido de Dios. Es un crecimiento que implica amar cada vez más. La semilla de la santidad sembrada por Dios da sus frutos en elecciones sabias, pensamientos santos, palabras y obras santas[4]. En otras palabras, la santidad es reflejar en la propia vida la presencia y la acción de la Santísima Trinidad[5].
San Maximiliano llama la atención sobre otro aspecto del tema de la santidad. Se fija una meta: ser santo, lo más santo posible[6]. Podemos estar seguros de que también nos invita a cada uno de nosotros a hacer lo mismo. Según él, para ser santo sólo hay que quererlo. El mayor santo posible es el que añade algo bueno, deja algo divino en la obra de santificación del mundo, que ya existe y se realiza en la Iglesia. Maximiliano cree que la santidad no tiene límites; consiste en pertenecer cada vez más a Cristo y actuar cada vez más para la gloria de Dios. Construir la santidad, o más exactamente la santificación, es una tarea individual del religioso y no sólo. De hecho, también es importante ayudar a santificar a los demás. Vivir para la gloria de Dios significa llevar a la santidad al mayor número posible de personas. San Maximiliano sabía que ser santo significa llevar a cabo esta tarea incluso después de la muerte. Entusiasmado por la santidad, veía personas santas a su alrededor. Eran para él modelos de conducta y, más aún, verdaderos compañeros de camino. Confiaba sus actividades a los que ya estaban con Dios. En su evangelización, a menudo pedía ayuda a aquellos de los que estaba convencido que eran santos, aunque todavía no hubieran sido canonizados por la Iglesia[7].
Creo que es útil considerar nuestra formación como un camino de maduración personal y comunitaria hacia la santidad. A veces nos puede resultar difícil ver esta perspectiva porque está oscurecida por nuestros pecados y vicios. Si nos centramos demasiado en estos últimos, también es más fácil verlos y contemplarlos en la vida de los demás. Con demasiada frecuencia interpretamos las manifestaciones de santidad en los demás como defectos. Es difícil ver a las personas santas que nos rodean.

Por eso surgen en mí estas preguntas: ¿Deseo ser santo? ¿Veo hermanos santos en mi comunidad? ¿Veo personas santas a mi alrededor?

Fray Piotr STANISŁAWCZYK
Delegado general para la formación


[1] Fray Marco TASCA, Promulgación (Prot. n. 865/18), en: Hermanos Menores Conventuales, Constituciones, Roma 2019.
[2] Cf. Klasa bonitacyjna, https://pl.m.wikipedia.org/wiki/Klasa_bonitacyjna, 10.04.2023.
[3] Cf. Florecillas X.
[4] Cf. Zdzisław Józef Kijas, Życie jako dojrzewanie do świętości. Maksymilian Maria Kolbe, Kraków 2019, p. 29-31.
[5] Cf. Walerian SŁOMKA, Świętość, en: Leksykon duchowości katolickiej, editado por Marek CHMIELEWSKI, Lublin-Kraków 2002, p. 866-868.
[6] Cf. Św. Maksymilian Maria Kolbe, Regulamin życia, en: Pisma św. Maksymiliana M. Kolbego, II, Niepokalanów 2018, p. 34.
[7] Cf. Piotr BIELENIN OFMConv, Oczami św. Maksymiliana (6). Świętość, http://su.franciszkanie.pl/artykuly/oczami-sw-maksymiliana-6-swietosc?redirect_uri=/szukaj-artykulu?article_front%255Bfields%255D%255Bq%255D%3Doczami%2B%26article_front%255Bfields%255D%255BopenCategories%255D%3D, 6.04.2023.