Universalmente conocido como autor, pero también como “actor”, de la Divina Comedia, Dante escribió otras obras que, en comparación con esta, se definen como “menores”.

Bajorrelieve en mármol de la tumba de Dante en Ravena, obra de Pietro Lombardo – 1483

Al período florentino pertenecen algunas rimas del género cómico-realista, pero sobre todo poemas de amor de inspiración stilnovista (estilo novedoso), la mayoría de los cuales él mismo recopiló en un pequeño libro titulado Vita Nuova. “En esta obra de su juventud, escrita en prosa alternada con composiciones en verso, celebra su amor por Beatriz, inaugurando el tema del amor desinteresado: el objeto y propósito de la poesía es el mismo elogio de la mujer amada, por lo que ningún acontecimiento, ni siquiera su muerte, puede de ninguna manera condicionarla. Hacia el final del libro Beatriz de hecho muere y el poeta cuenta, en su último soneto, una visión que tuvo, donde la contempla gloriosa en el cielo y se promete a sí mismo no volver a hablar de ella hasta no ser capaz de «decir de ella lo que nunca se dijo de nadie más» (XLII)”.[1]
A la primera parte del exilio pertenecen -además de nuevas canciones de amor, que revelan un estilo diverso, poderosamente realista, y otras exigentes canciones de argumento doctrinal (las así llamadas “canciones morales”)- dos de las tres obras en prosa –ambas inconclusas: la De Vulgari Eloquentia escrita en latín y el Convivio en vernáculo, fechable entre los años 1303 y 1307, antes del comienzo del poema.
«El uso de la lengua vernácula para un tratado filosófico como el Convivio es un acto revolucionario, llevado a cabo conscientemente por Dante, quien da las razones para ello en el Libro I: la intención de difundir la ciencia –verdadera fuente de felicidad para el hombre, creatura racional- incluso entre los no letrados (de ahí el título de Convivio, banquete, en el que el autor parte el pan del conocimiento a quienes no pueden saborearlo), y al mismo tiempo el desafío de mostrar las posibilidades intrínsecas del nuevo lenguaje vulgar, capaz de expresar los conceptos más elaborados a la par del latín, y destinado a suplantar, como “nuevo sol” al “usado”, que ya se acerca al ocaso».[2]
El otro tratado, el De Vulgari Eloquentia, escrito en latín ya que va dirigido –por su temática- específicamente a hombres letrados, pretende a su vez conferir a la «elocuencia vulgar» la misma dignidad propia del latín, estableciendo para ella las mismas normas que regulan la lengua antigua, y, de este modo, hacerla capaz de cantar incluso los temas más elevados, reservados al estilo trágico.
La tercera obra importante en prosa de Dante, la única completada, es el tratado sobre la Monarchia (Monarquía), obra que expone su doctrina política, completamente centrada en la problemática de la relación Iglesia-Imperio.
De Dante también se conservan trece Epístolas, de las cuales sobresalen: tres escritas con motivo del descenso en Italia de Enrique VII, emperador del Sacro Imperio Romano, una dirigida a los Cardenales italianos durante el cónclave de 1314 para abogar por el regreso del Papa a Roma, y otra en la que ofrece el tercer Cántico de la Comedia al Señor de Verona Francesco della Scala, también llamado Cangrande.

Detalle del fresco realizado entre 1499 y 1502 por Luca Signorelli en la capilla de San Brizio de la Catedral de Orvieto

Es precisamente en esta última carta, la XIII, donde Dante declara, además del título de su obra más importante («Aquí comienza la Comedia de Dante Alighieri, florentino de nacimiento, no de costumbres», 28 [10]), su propósito mismo: «El fin de toda la obra y el de esta parte es también múltiple, es decir, cercano y lejano. Pero, haciendo a un lado las sutilezas, se debe decir brevemente que el fin del todo y de la parte es arrancar a los que viven en esta vida de su estado de miseria, y conducirlos al estado de felicidad» (39 [15]).
En esta obra su genio encontró plena expresión, por la cual su nombre es conocido en todo el mundo, tanto hoy como entonces en Italia, desde pocos años después de su muerte: la Comedia, cuyo adjetivo «Divina» le fue atribuido por Boccaccio en el Trattatello in laude di Dante, pero que sólo en la prestigiosa edición a cargo de Ludovico Dolce,  impresa en Venecia por Gabriele Giolito de’ Ferrari en 1555, recibiría por primera vez el título con el cual se la conocería por siempre: La Divina Comedia.


[1] Anna Maria Chiavacci Leonardi, Dante Alighieri. Invito alla lettura (Dante Alighieri. Invitación a la lectura), Cinisello Balsamo, San Paolo, 2001, pp. 11-12.
[2] Ibid. 12.