El asunto sobre los restos

Con su muerte en Ravena -como escribe Bocaccio en su Trattatello in laude di Dante– «en el día en que la Iglesia celebra la exaltación de la Santa Cruz» (XIV), se inicia una nueva página de su historia, empezando por la custodia de su cuerpo, pero obviamente no sólo eso.
Como escribe el proprio Bocaccio, el difunto, revestido «con ornamentos poéticos», fue llevado por los ciudadanos más ilustres «al lugar de los Hermanos Menores» (XV), en la antigua Basílica neoniana de San Pedro Mayor, conocida popularmente como San Francisco y hoy también como “la iglesia de Dante”, donde se celebraron sus funerales. Así, el cuerpo del sumo Poeta fue sepultado en la zona del cementerio adyacente, en el lado norte de dicha iglesia.

Reconstrucción gráfica de la iglesia de San Pedro Mayor (vulgo San Francisco,
con la arcada cudrangular a la derecha llamada “de Braccioforte”) y, en primer plano, el pórtico,
en cuyo extremo izquierdo, contra el muro del claustro del Convento, fue enterrado Dante Alighieri en 1321.

Pero pronto comenzó una disputa entre Ravena y Florencia por los restos pues, habiendo “redescubierto” Florencia a su ciudadano gracias a la propaganda de Bocaccio, comenzó a reclamarlos. Se sabe que, ya en 1429, el Ayuntamiento de Florencia presentó dicha solicitud a la familia Da Polenta, los señores de Ravena. Los intentos se hicieron más insistentes en 1515, cuando León X, cuarto hijo del señor de Florencia Lorenzo “el Magnífico” de’ Medici, ocupaba la cátedra de Pedro. El Centro Dantesco de Ravena conserva un autógrafo de Girolamo Benivini, humanista florentino, fechado entre los años 1514-1515, con el borrador de una carta que Lucrecia de’ Medici (1470-1553), hija mayor del Magnífico, debió copiar, o hacer copiar, y luego enviar a su hermano el Papa, señor de Ravena, ya que la ciudad había pasado bajo el dominio pontificio en 1509, para obtener el retorno de los restos de Dante a Florencia.[1]

De una carta del Cardenal Pietro Bembo (1470-1547), fechada el 1 de junio de 1515, se desprende que el Pontífice ya había dado su aprobación, adhiriéndose así a la conocida petición de la Academia “Medicea”. Sin embargo, a pesar de la insistencia de los florentinos. Nada ocurrió hasta que, el 20 de octubre, dicha Academia envió al Papa un Memorandum firmado por Benivieni y Miguel Ángel, entre otros, comprometiéndose a construir la tumba en un lugar honorable de Florencia.
Aprovechando, con toda probabilidad, que los gobernantes de Ravena habían sido en ese momento relegados en Cesena por la oposición a nuevo impuesto establecido por el gobierno pontificio a su ciudad, se decidió finalmente llevar a cabo el plan cultivado. Pero para entonces ya era demasiado tarde.
Cuando los franciscanos se enteran de que el Papa permite a los florentinos sacar los restos del arca y trasladarlos a Florencia, descienden cautelosamente y en secreto de las celdas remotas al claustro principal. Se detienen contra la pared, en el punto al que corresponde el sepulcro de Dante, y comienzan a golpear y quitar los ladrillos. El martilleo resuena bajo las bóvedas y como una angustia atenaza el alma de los que observan la obra. Se perfora la primera pared; luego, aquella en la que se entierra parcialmente el “arca pétrea”; finalmente, resuena el mármol sepulcral. Los primeros golpes de cincel ya abollan el arca, y el silencio de la gente de alrededor aumenta. El cincel ha penetrado y el agujero debe ser ampliado. El trabajo continúa y la ansiedad aumenta. La mirada y la mano del artesano, iluminadas por una vela, pueden penetrar en la urna, de la que se extrae una pequeña parte del esqueleto. La presencia de los restos mortales del divino poeta despierta en los labios de los frailes una oración por los muertos, que murmuran suavemente entre los arcos. Con una pértiga fina y un hierro, se sacan los huesos más alejados del agujero. Por fin sujetan el cráneo; pero el cráneo no pasa por la abertura demasiado estrecha, y sería mejor romperlo. ¡Jamás! ¡Que se amplíe la abertura, que se rompa el sarcófago, pero que permanezca intacta la caja, o más bien el «precioso cofre» en el que vivía el cerebro que imaginó los reinos de ultratumba en el poema inmortal! El trabajo del cincel vuelve a resonar; la mano del obrero vuelve a entrar y mientras todos esperan (casi conteniendo la respiración), el cráneo logra salir del oscuro y húmedo lóculo.

Imagen del siglo XIX que muestra el claustro del antiguo Convento franciscano de Ravena donde, en el siglo XVI, los hermanos perforaron un agujero para sacar de la tumba, apoyándose en el lado opuesto, los restos de Dante.

El trabajo de rescate se ha completado; el monasterio vuelve a caer en su silencio, y los restos óseos de Dante Alighieri se conservan en Ravena.

Así, Corrado Ricci, que en su célebre El último refugio de Dante «reconstruye en su imaginación la conmovedora escena del traslado de los restos óseos»[2], estima que el acontecimiento tuvo lugar entre 1515 y 1519: «No parece posible, sin embargo, poner un límite mayor a este, y conjeturar que fue en 1519, tras el Memorial; porque bien puede ser que la noticia de la primera concesión de León X llegara también a Ravena, para la que se escribieron dos cartas de junio de 1515, y que aconsejara a los frailes de San Francisco que sacaran los restos del sepulcro»[3].

Y así fue como los frailes -como escribe Ricci – «salvaron tanto tesoro en Ravena»[4].

Pero no sabemos qué les movió realmente, qué motivó su oposición al traslado de los restos óseos de Dante a Florencia, donde él esperaba volver para obtener la corona de poeta en el «bello San Juan» (Inf. XIX 17), donde había sido bautizado (cfr. Par. XXV 7-9), soñando con un final glorioso de su exilio político gracias a su poema.[5]

Caja en la que se encontraron los restos de Dante el 27 de mayo de 1895, conservada en el Museo Dante de Ravena. En la tapa, la inscripción «Dantis ossa a me Fra Antonio Santi hic posita anno 1677 die 18 octobris (Los huesos de Dante fueron depositados por mí Fray Antonio Santi en 1677 el 18 de octubre)» (en el interior, en cambio, está escrito: «Dantis ossa a me denuper revisa die 3 junii 1677 – Los huesos de Dante fueron recientemente revisados por mí el 3 de junio de 1677»).

Desde su “robo”, los huesos muy probablemente se mantuvieron en el Convento, hasta que lo sepamos con certeza. Seguramente estaban allí en 1677 cuando Fray Antonio Santi (1644-1703), superior y canciller de la comunidad de Ravena, hizo un doble reconocimiento certificado, con grandes caracteres en tinta negra, sobre la caja de madera en la que se encontraron posteriormente los mismos huesos. Sin embargo, se decidió esconderlos ciertamente antes de 1810 cuando, siguiendo las leyes napoleónicas que suprimieron las órdenes religiosas y tomaron sus posesiones, los frailes tuvieron que abandonar el Convento de Ravena. Pero los enterraron no muy lejos, bajo el umbral de una puerta amurallada, a pocos pasos de la nueva tumba construida entre 1780 y 1782 por voluntad del Cardenal legado Luigi Valenti Gonzága y en un proyecto del arquitecto de Ravena Camillo Morigia, tal vez con la esperanza de poder recuperarlos en un futuro no lejano y más favorable. Pero la devolución no fue inmediata y el recuerdo de los huesos se perdió hasta que, el 27 de mayo de 1865, durante unas obras de restauración del templo y ordenación del recinto adyacente con motivo de las celebraciones de la ciudad por el VI centenario del nacimiento del Poeta, afortunadamente fueron reencontrados. Grande fue la alegría y solemnes las celebraciones al final de las cuales, los huesos fueron colocados finalmente donde todavía hoy están.


[1] Gino Zanotti, La biblioteca del Centro Dantesco in Ravenna. Dai manoscritti alle edizioni del Settecento (La biblioteca del Centro Dantesco de Ravena. De los manuscritos a las ediciones del siglo XVIII), Ravenna, Longo, 2001, pp. 52-53.
[2] Corrado Ricci, L’ultimo rifugio di Dante (El último refugio de Dante), nuova ed. con 47 ilustraciones, prólogo y apéndice de actualización a cargo de Eugenio Chiarini, Ravenna, Ediciones Dante de A. Longo, edición del 1965, págs. 404-405.
[3] Ibid. p. 403
[4] Corrado Ricci, cit., p. 404.
[5] Cfr. Giuseppe Ledda, Dante poeta dell’esilio (Dante, poeta del exilio), en «IBC» XXIII, 2015, 3 (online en la página de rivista.ibc.regione.emilia-romagna.it).