Poco o nada sabemos de la relación entre Dante y los franciscanos durante su vida, la cual inició en Florencia en 1265 y terminó en Rávena la noche del 13 al 14 de septiembre de 1321. Es casi seguro que tuviese contacto con la comunidad minorítica de su ciudad natal, donde asistió al studium de Santa Cruz, en el cual era lector el franciscano Pietro di Giovanni Olivi (1248 aprox.-1298), predicador y teólogo francés, defensor de la corriente rigorista dentro de la Orden, considerado uno de los fundadores del movimiento franciscano de los Espirituales.

Detalle de la estatua de Dante, esculpida por Enrico Pazzi y colocada en el 1865
en Plaza de la Santa Cruz en Florencia con, al fondo, la fachada neogótica del siglo XIX de la basílica franciscana.

Ciertamente tendría, al menos, la oportunidad de entrar en San Francisco de Boloña -primera iglesia dedicada al Poverello después de la de Asís-, cuando muy probablemente permaneció en esa ciudad entre los veranos de 1286 y 1287. Y podemos suponer, sin temor a equivocarnos, que en Rávena tuvo la oportunidad de frecuentar a los frailes, a los que unos años antes, en 1261, el Arzobispo Filippo Fontana había concedido la basílica neoniana de San Pedro Mayor, incluyendo casas, cementerio y jardines. Al llegar a Rávena en 1318 procedente de Verona, Dante fue hospedado por los señores de la ciudad, la familia Da Polenta, que tenían su capilla en esa iglesia y que, debido a la presencia de los frailes, pronto se llamaría San Francisco. Y tampoco fue una casualidad que su funeral se celebrase en esta iglesia y su cuerpo se enterrase en el cementerio adyacente.

La familiaridad de Dante con la orden franciscana le permitió conocer y amar al Santo de Asís hasta tal punto que le dedicó -único entre todos los personajes- un canto entero de la Comedia. Pero el Francisco de Dante no es sólo el del canto XI del Paraíso. Cómo no considerar la influencia de San Francisco en su paráfrasis del Padre nuestro en el Purgatorio XI, donde «salta inmediatamente a la vista el pasaje que se refiere al ambiente minorítico: evidentemente se trata del sanctificetur nomen tuum (santificado sea tu nombre), traducido por Dante con Laudato sia ’l tuo nome e ’l tuo valore / da ogne creatura (alabados tu nombre y tu potencia / sean de toda creatura)»[1].

A decir verdad, sin embargo, hay que recordar que, si por un lado, el Paraíso XI exalta la figura de Francisco y su conformidad con Cristo, en el canto siguiente Dante pone en boca del franciscano San Buenaventura -ahí llamado a cantar las alabanzas de Santo Domingo- un enérgico y duro reproche a las desviaciones de los franciscanos: las controversias entre los “espirituales” y “conventuales”, las laceraciones de la Orden, las rebeliones de los frailes contra las autoridades constituidas, la pérdida del primitivo sentimiento de humildad minorítica[2].

«Entonces, el tema de Dante y los franciscanos no puede ser presentado con el único tono del triunfalismo, es más, en algunos casos se podría citar el verso que le dirigió Vanni Fucci: ¡Te lo digo por darte gran tristeza! (Inf. XXIV 151). El mundo franciscano no aparece como un apéndice en la Divina Comedia, sino que -según algunos- constituye en realidad su sustancia, entretejida como está con los acontecimientos de la Cristiandad: Iglesia y franciscanismo son círculos especulares y concéntricos, por utilizar la imagen de Dante: Cual dos arcos paralelos se prestan sus colores… que aquel de fuera nace desde dentro (Paraíso XII 11 y 13, a propósito de las dos guirnaldas del Beato en el cielo del Sol, la de Santo Tomás y la de San Buenaventura, compuestas cada una de 12 “soles”)».[3]

Sobre la relación entre Dante y la familia franciscana no se puede dejar de mencionar el verso 106 del Infierno XVI, en el cual el Dante actor dice: «Llevaba yo una cuerda a la cintura». «La cuerda que coge la onza y Gerión es -escribe Anna Maria Chiavacci Leonardi- un símbolo aún no descifrado»[4], sin excluir, sin embargo, «que, como escribió Buti (y hoy sostiene Vallone), Dante llevaba literalmente una cuerda alrededor de la cintura, no por casualidad, sino en su calidad de terciario franciscano (cordígeros, así llamaban a los franciscanos, como se desprende de Inf. XXVII 67), hecho no documentado de ninguna manera, pero sobre el que quedan otros testimonios, aunque tardíos».[5]

Londres, Biblioteca Británica, Manuscrito Yates Thompson 36, 1444-1450.
Detalle de la miniatura del f. 148 de Giovanni di Paolo en el canto XI del Paraíso
con Dante y Beatriz ante los santos Domingo, Francisco y Tomás.
(Fuente http://www.bl.uk/catalogues/illuminatedmanuscripts/ILLUMIN.ASP?Size=mid&IllID=56958).

[1] Matthias Buergel, La parafrasi dantesca del Paternoster come espressione di spiritualità francescana (La paráfrasis dantesca del Padre nuestro como expresión de espiritualidad franciscana), disponible en línea en la página www.academia.edu (en italiano).
[2] Pompeo Giannantonio, Dante, S. Francesco e la tradizione francescana (Dante, San Francisco y la tradición franciscana), en Dante e il francescanesimo (Dante y el franciscanismo), Cava dei Tirreni, Avagliano, 1987, pp. 209-228, qui 223.
[3] Alberto Casalboni, Dante e i francescani (Dante y los franciscanos), en “Collectanea franciscana” 70, 2000, 3-4, págs. 390-411, aquí 392.
[4] Dante Alighieri, Commedia. 1. Inferno, con el comentario de Anna Maria Chiavacci Leonardi, Milán, Arnaldo Mondadori, 1991, p. 501, nota al 106.
[5] Ibid. p. 506, nota suplementaria 106. Cfr. Alberto Casalboni, cit., 393-394.