Lecturas, comentarios y representaciones

Pero la “custodia” de Dante por parte de los franciscanos no se limitó solo a sus restos, algo que, con todo, queda circunscrito en el tiempo y el espacio. También y sobre todo se trató de su obra.
Parece que fue el fraile florentino Accursio Bonfantini, Guardián de la Santa Cruz en 1318 e inquisidor de Toscana del 1326 al 1329, quien realizó una lectura pública de la Comedia en la catedral de Florencia poco después de la muerte de Dante, en nombre de la Señoría de la ciudad.

Dante con la Comedia entre Petrarca y Giotto en el fresco de Benozzo Gozzoli (1452) del ábside de la Iglesia de San Francisco de Montefalco

Entre los nombres más significativos de los minoritas que contribuyeron a la “fortuna” de Dante está sin duda el de Giovanni Bertoldi (1350 o 1360-1445) de Serravalle, posesión de los Malatesta hoy en el territorio de la República de San Marino. Ministro provincial de las Marcas (1405), gran amigo de la familia Malatesta de Rímini, se sabe que entre 1409 y 1410 pasó por Ravena donde se detuvo en la tumba del sumo poeta. Nombrado Obispo de Fermo en 1410, de 1414 a 1418 participó en el Concilio de Constanza donde, a principios de 1416, durante una larga pausa en los trabajos, el Cardenal Amedeo de Saluzzo y los eclesiásticos ingleses Niccolò de Budwich y Roberto Halam le pidieron una traducción al latín de la Comedia, para difundir entre los fieles los valores religiosos y morales de la obra. En tan sólo cinco meses (de enero a mayo de 1416) completó la traducción, mientras que de febrero de 1416 a enero de 1417 completó el comentario. Todo ello, durante su estancia en Constanza, sin mucho apoyo de libros, confiando en su buena memoria y sus estudios. La petición de una traducción al latín de la Comedia era demasiado significativa, aún más durante el desarrollo de un importante Concilio: un signo de tiempos y mentalidad nuevos y abiertos. Baste decir que, en los años treinta del siglo XIV, la lectura del poema de Dante estaba expresamente prohibida en las escuelas religiosas ya que, según los censores, se trataba de un “veneno mortal contenido en una copa de refinada factura”. Bertoldi murió en Fano, de la que había sido Obispo en 1419, el 15 de febrero de 1445.
Minorita fue también Antonio de Arezzo que, en Florencia, en 1428 y 1432, dio lectura a Dante en Santa María de la Flor. No se sabe si tal tarea le fue encargada por su conocimiento real de las obras de Dante o por sus notables dotes oratorias, que debieron hacerle especialmente popular entre el público. Sin embargo, se sabe que, con motivo de sus aplaudidas lecturas, hizo pintar un retrato de Dante en la catedral florentina con la inscripción: «Onorate l’altissimo poeta / che nostro è, e tiellosi Ravenna / perché di lui non è chi n’abbia pieta (Honrad al altísimo poeta / que nuestro es, y téngaselo Ravena / porque nadie se apiadó de él) «.[1]

A la popularización de Dante y su obra también contribuyeron pinturas como la de Benozzo Gozzoli en 1452 en la iglesia de San Francisco en Montefalco – Perusa, en el ábside con historias de la vida de San Francisco, obra encargada por el Guardián Fray Jacopo Macthioli. Inmediatamente por encima de la sillería de madera del coro, se pintaron veintitrés medallones que representan a los más ilustres doctores y personalidades que hicieron ilustre a la Orden Minorita y a la Tercera Orden Franciscana. En el centro, justo debajo del gran ventanal, entre Petrarca y Giotto, está Dante presentando su Comedia, que se abre al principio del Infierno. Debajo, la inscripción: «theologvs . dantes . / nvllivs . dogmatis . expers» (Dante teólogo de ninguna doctrina ajeno) tomada de las palabras del comienzo del epitafio compuesto por Giovanni del Virgilio (que vivió entre los siglos XIII y XIV) para la tumba de Dante en Ravena.

Incunable de la Comedia dantesca con el comentario de Cristoforo Landino revisado por Pietro de Figino, impreso en Venecia por Matteo Chodeca en  1493.

Una vez inventada la imprenta, el franciscano Pietro da Figino, Vicario general de la Orden en 1499, editó 4 de los 15 incunables publicados. En el siglo XVI, dos ediciones llevan las iniciales «in bibliotheca S. Bernardini», y otras dos del propio Pietro de Figline, en la segunda de las cuales se encuentra por primera vez el epíteto «divina» en la portada, que luego se hizo más común con la edición de Giolito en 1555.

Un franciscano del siglo XVIII digno de ser mencionado es el conventual Baldassarre Lombardi de Vimercate (1717-1802), que en 1791 publicó un encomio sobre la Comedia que gozó de gran fortuna y notoriedad, siendo ampliamente utilizado por sus propios adversarios y, tanto el texto dantesco como el comentario, tuvieron el honor de numerosas ediciones póstumas. Aunque hoy en día, con el progreso de los estudios, el valor de este comentario está algo disminuido, en su época el trabajo de Lombardi fue muy elogiado y marcó un auténtico interés por el poema de Dante.[2]

Portada del volumen Infierno de La Divina Comedia con comentario de Stefano Ignudi publicado póstumamente por el Mensajero de San Antonio-Basílica del Santo de Padua-1948.

Otros conventuales merecen al menos una mención: el veronés Fray Francesco Villardi (1781-1833), que compuso un Cántico para el natalicio de Dante, publicada en Verona en 1819, y una Epístola sobre el poema de Dante, y Fray Antonio M. Adragna (1818-1890), autor de un comentario a la Comedia de Dante, cuyo manuscrito se perdió durante el terremoto que arrasó Messina en 1908.
La Enciclopedia dantesca menciona también a Stefano Ignudi (1865-1945), también menor conventual, alumno de Giacomo Poletto, del que fue suplente en la Cátedra de Dante creada por el Papa León XIII en la Universidad de Apolinar (actual Letrán) de Roma de 1896 a 1904. Escribió un amplio comentario a la  Comedia (publicado póstumamente en Padua 1948-1949), especialmente comprometido con el ámbito teológico y ascético, así como una serie de ensayos sobre Dante.

Portada de la antología de los diarios de Dante del Beato Gabriele Maria, publicada en 2011 con la colaboración del Centro Dantesco de Ravena.

Entre los franciscanos que en tiempos más recientes han amado y divulgado la obra de Dante mencionamos aquí a Fray Attillio Mellone (1917-2005) de los Hermanos Menores, que en 1942 se graduó en teología con la tesis La doctrina de Dante Alighieri sobre la creación en general, una pasión que culminaría en 1971 con la fundación, en el Convento de San Francisco y San Antonio de Cava de’ Tirreni, junto con el experto sobre Dante Fernando Salsano, de la Lectura Dantis Metelliana, editando -entre otras cosas- dieciocho entradas de la “Enciclopedia de Dante” de Treccani.No se puede dejar de mencionar en este contexto al Beato Gabriele Maria Allegra (1907-1976), de los Hermanos Menores. Estudiante de 1926 a 1929 en el Colegio Internacional de San Antonio en Vía Merulana, Roma, se rumorea que se sabía toda la Comedia de memoria. Y no se trataba de un mero capricho de juventud, ya que, aun siendo misionero en China, seguía dedicando las tardes a la lectura de Dante. En el periodo comprendido entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 1965 y entre el 1 de enero y el 16 de diciembre de 1967, escribió dos libros que ofrecían lecturas diarias de Dante. Fray Allegra se sintió cercano a Dante, como franciscano y por una larga tradición personal. Le gustaba recordar la familiaridad de la Orden Franciscana con Dante, una antigua familiaridad que encontraba en San Giacomo de las Marcas (1391-1476), asiduo lector de la Comedia, y renovada en su tiempo por figuras como el hermano menor Fray Marcellino da Civezza, nacido Pietro Vincenzo Ranise (1822-1906), a quien León XIII encargó la edición crítica de dos obras que se encuentran en la Biblioteca Vaticana: la traducción y el comentario en latín del poema de Dante por Giovanni da Serravalle y el texto italiano, con su comentario, preparado por Bartolomeo da Colle (Bartolomeo Lippi) en la segunda mitad del siglo XV. Fray Allegra consideraba que Dante encajaba bien con las preguntas de su corazón, así como con las necesidades espirituales de las personas que encontraba (de ahí su entusiasta aprobación de Costantino Babini, que organizaba la lectura Dantis para los emigrantes italianos en Francia). Si Fray Allegra -como muchos misioneros-, en el centro del franciscanismo descubría la condición del exiliado (ese ser advena, extranjero, recomendado por el mismo Francisco), justo en medio de su compromiso como evangelizador experimentaba claramente lo congruente que era Dante con su Orden: Dante, exul immeritus (exiliado injustamente) y empeñado por completo en hablar a los hombres de Dios, era para él un franciscano por excelencia.[3]

Y, por último, el conventual Fray Leone Cicchitto (1887-1972) de Montàgano (Campobasso), que publicó varios artículos en «Miscellanea francescana», recogidos posteriormente en el volumen titulado Postille bonaventuriano-dantesche (Roma 1940) en el que se destacan las relaciones doctrinales entre Dante y el seráfico doctor San Buenaventura.


[1] Gino Zanotti, La biblioteca del Centro Dantesco in Ravenna. Dai manoscritti alle edizioni del Settecento (La biblioteca del Centro Dantesco de Ravena. Desde los manuscritos hasta las ediciones del siglo XVIII), Ravenna, Longo, 2001, p. 12.
[2] Ibidem 13.
[3] Gabriele Maria Allegra, Scintille dantesche. Antologia dai diari (Destellos dantescos. Antología de los diarios), a cargo de Anna Maria Chiavacci Leonardi y Francesco Santi, Bologna, EDB, 2011.