San Maximiliano – transmisión del carisma
Formación franciscana – inspiraciones (parte 9)

El Seráfico Padre, todos los hermanos Santos y el Mártir de la caridad, «patrón de nuestros tiempos difíciles», dejan en herencia a todos los hermanos una vocación exigente, para que lleven a la realidad de nuestro tiempo la audacia en la misión, el don total de sí mismos y la belleza de la santidad.[1]

 

Una vez, un hermano me llamó y me dijo: “Escucha, me parece que llevamos tallas de zapatos similares. Tal vez quieras este par, yo los he recibido de mis conocidos y creo que te serán útiles”. Los zapatos de aquel hermano me siguen sirviendo hoy en día: son tan sólidos y buenos que son adecuados para la montaña, y al mismo tiempo lo suficientemente elegantes para ir a diversas celebraciones. Cuando miro las cosas que me rodean, muchas de ellas son cosas que he recibido de otros. Lo mismo ocurre con los regalos: cuando los recibimos y los utilizamos, nos recuerdan al dador y al mismo tiempo nos enseñan su actitud.
Me refiero al hecho de que cada uno de nosotros está llamado a compartir lo que tiene con los demás. Lo que hemos recibido, podemos y debemos transmitirlo. Un don muy especial es nuestro carisma religioso. Debo compartirlo para que se desarrolle en mí. Debo ofrecer este don recibido a los hermanos de mi comunidad y a aquellos a los que Cristo me envía cada día. Hay otros destinatarios especiales de este don: “Si algunos quisieran tomar esta vida y vinieran a nuestros hermanos…” (Rb II, 1). Traducido literalmente, se trata de transmitir no tanto nuestra “forma de vida” (normas, deberes, costumbres, estilo de vida, ideales…), sino de dar vida a los que vienen a nosotros[2].
¿Qué tipo de vida? Sin duda, del tipo que conduzca a unirse a su Dador. Transmitir vida es nuestra misión particular, es nuestro carisma religioso; si lo abrazamos y lo transmitimos, quienes se acerquen a nosotros experimentarán el don de la vida. La transmisión del carisma se realiza a través de lo que hacemos, cómo lo hacemos, lo que decimos, cómo vivimos, a través de la calidad de nuestras relaciones, etc. En otras palabras: podemos dar lo que nosotros mismos vivimos; de lo contrario, sólo transmitiremos una teoría, y ésta no es tan atractiva como la experiencia. Volviendo al recuerdo que les contaba al principio, es completamente diferente recibir unos zapatos sólidos, en comparación con sentir lo cómodos que serán y lo bonito que sería comprarlos.
Nuestro carisma franciscano es un don que da vida y nos acerca a Dios. A veces, sin embargo, nos abruma la experiencia cotidiana, en la que podemos tener la sensación de no estar recibiendo vida de nuestros hermanos en el Convento o en la Orden, ¿Y luego qué? Debemos mirar al cielo. Con nosotros hay hermanos santos que pueden ser nuestros protagonistas.[3] Con esta mirada, nosotros también podemos convertirnos en aquellos a través de los cuales se transmite nuestro carisma; hermanos llenos de carisma y pasión, capaces de inflamar a otros para la misión de la Orden.
Encontramos hermanos nuestros Santos en diferentes regiones del mundo. Hoy me gustaría presentar lo que el Espíritu Santo quiere ofrecernos a cada uno a través de San Maximiliano M. Kolbe. ¿Por qué lo elegí? Lo confieso, por razones personales: es un franciscano muy significativo para mí. Desde que era joven, ha sido un modelo para mí; por eso, en mi Confirmación, lo elegí como patrón y llevo su nombre como tercero (en Polonia es una tradición elegir otro nombre con motivo de la Confirmación). Nuestras Constituciones lo presentan como un hermano que nos transmite cómo ser un hermano menor conventual hoy. Podemos ver en su vida algunas características propias de nuestro carisma religioso:

  1. Marianidad. Maximiliano estaba convencido de que el modo más seguro de santificar la propia vida, de enardecer a otros cristianos para que lo hagan, y de convertir al mayor número posible de pecadores y enemigos de la Iglesia, es caminar junto a María. Por eso es esencial confiarle la vida, escucharla y dejarse guiar por Ella.
  2. Unidad con el Papa y la Iglesia. Mientras estudiaba en Italia, presenció una marcha de masones en Roma. En una de las pancartas que llevaban estaba escrito que el diablo gobernaría el Vaticano y el Papa sería su siervo. Después de este acontecimiento, el 17 de octubre de 1917, fundó la Milicia de la Inmaculada para proteger al Papa y a la Iglesia, junto con algunos hermanos. De este modo, hizo realidad la primera recomendación de San Francisco de ser obedientes y reverentes con el Papa y la Iglesia (cfr. Rb I, 2).
  3. Franciscanismo. Se inspiraba en la vida de San Francisco de Asís. Su actuación y estilo se caracterizaron por una vida humilde y pobre, y por emprender obras de evangelización sin garantías. Comenzó las misiones con recursos modestos. Los desarrolló sin respaldo financiero; el objetivo era sólo llevar a la mayor cantidad de gente posible a Dios a través de María.
  4. Obediencia. La vivía en modo activo. Para sus Provinciales y Guardianes, esto no era fácil, porque Maximiliano no esperaba pasivamente el curso de los acontecimientos o la ejecución de órdenes. Rezaba, discernía y presentaba sus nuevas ideas a sus superiores para que discernieran, y al mismo tiempo exponía sus razones, pedía cambio de decisiones, buscaba convencerlos… Era consciente de que estamos obligados a cumplir las órdenes que no conduzcan al pecado, que no sean contrarias a la Regla y a nuestra conciencia (cfr. Rb X, 3), y al mismo tiempo estaba seguro de que los superiores pueden equivocarse en sus decisiones, “pero nosotros, obedeciendo, nunca nos equivocaremos”.[4]
  5. Formación intelectual. Se servía de la fase de formación intelectual para su posterior ministerio. Se doctoró en filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y en teología en la Pontificia Facultad de Teología “San Buenaventura” de Roma. Durante sus estudios, aprendió la lengua italiana y estableció relaciones con hermanos de distintas partes del mundo. Tras regresar a Polonia, fue profesor en el Seminario de Cracovia. Le apasionaban las matemáticas, la física y las cuestiones técnicas (presentó un proyecto de nave espacial “Eteroplano” a la oficina de patentes). Utilizó sus contactos, intereses y habilidades adquiridas para desarrollar la misión y la evangelización
  6. Fraternidad. San Maximiliano fue un Guardián atento y un buen organizador de la vida comunitaria. Fue el fundador y superior de Niepokalanów, la más grande comunidad religiosa del mundo. Para organizar adecuadamente la vida y el trabajo en el Convento, consultó a los profesores especializados en cuestiones de gestión. Apreciaba a los hermanos enfermos y los visitaba a menudo en el pequeño hospital del Convento. Creía que su sufrimiento contribuía de forma excelente al desarrollo de la misión y a la labor de evangelización. Se preocupaba por la formación de los hermanos, les preparaba a menudo conferencias espirituales y se preocupaba por su crecimiento espiritual.
  7. Espíritu de trabajo y oración. A pesar de sus múltiples actividades, encontraba tiempo para la oración y la adoración del Santísimo Sacramento. Como superior, también se aseguraba de que el trabajo no obstaculizara la vida de oración de los hermanos. A pesar de trabajar en tres turnos, cada hermano tenía tiempo para la oración y la adoración (en la capilla del Convento de Niepokalanów se tenía la adoración del Santísimo Sacramento las 24 horas del día).
  8. Lealtad a la comunidad. Aunque veía que muchos hermanos de la Orden no entendían sus ideas, que era criticado y que tenía muchos opositores, no pretendía fundar una nueva rama de la Orden (algunos tenían esa preocupación). Se puede decir que obraba en el seno de la comunidad; aportaba nuevas ideas, conocimientos y buscaba colaboradores. Formaba parte de un grupo de hermanos que, desde el Noviciado, habían decidido dedicarse juntos a la renovación de la vida religiosa.
  9. Paz y perdón. En las situaciones en las que fue incomprendido y acusado por sus hermanos, los justificó ante sus superiores. En el campo de concentración, defendió a su verdugo. Por su ignorancia, por no conocer a Dios o no comprender el espíritu y la idea de la Milicia de la Inmaculada, interpretaba a las personas como buenas.
  10. Misionariedad y evangelización sin fronteras. En cuanto a la misión y la evangelización, no escatimó en gastos para disponer de los últimos y mejores logros tecnológicos. Buscaba continuamente la manera de llegar al mayor número posible de personas con el Evangelio. Tras 17 años de publicación de la revista mensual “El Caballero de la Inmaculada”, su tirada alcanzó el millón de ejemplares. En esa época, también intentó crear una emisora de radio (fundada en 1938, fue la segunda emisora católica del mundo después de Radio Vaticano). También se interesó por la transmisión de imágenes y planeó crear un cine y una televisión católicos. Dos hermanos estaban aprendiendo a pilotar aviones, ya que los planes de Niepokalanów incluían la preparación de un aeropuerto y la compra de aviones para llegar más rápidamente a diversas regiones del mundo con material de evangelización. Motivó a los hermanos a diversas actividades; en Niepokalanów había una moderna imprenta, una panadería, una lechería, varios talleres, una farmacia, un pequeño hospital y el único cuerpo de bomberos del mundo en el que los hermanos prestaban servicio. Fray Kolbe no se dejó desanimar por las dificultades, ni por la enfermedad. Utilizó todas las adversidades para proclamar la Buena Nueva. Al final de su vida, cuando fue deportado a un campo de concentración por los nazis, explicó a los hermanos que es una bendición poder viajar con la gente y evangelizarla, sin tener que encontrar los medios económicos para hacerlo. Cuando se ofreció a morir en el campo de concentración por otro prisionero, no sólo salvó la vida del condenado, sino que acompañó a los demás prisioneros encerrados en el búnker del hambre con la oración y el ministerio sacerdotal.

La vida de nuestros Santos es una transmisión de nuestro carisma religioso. Es de suponer que el mensaje de San Maximiliano pueda leerse con mayor detalle y profundidad. Es más fácil leerlo que aceptar el don que el Espíritu Santo nos ofrece a través de él. Qué actuales resultan, pues, para mí al escribir este artículo, las palabras que San Francisco nos dejó en las Admoniciones:  “…es una gran vergüenza para nosotros, siervos de Dios, que los santos hicieron las obras y nosotros, recitándolas, queremos recibir gloria y honor” (Am VI, 3).

Fray Piotr STANISŁAWCZYK
Delegado general para la formación


[1] Hermanos Menores Conventuales, Constituciones, Roma 2019 (art. 1, § 7).
[2] Cf. Cesare Vaiani OFM, Conferenza: Il carisma francescano nelloggi della formazione (anche alla luce dei documenti della famiglia francescana). Snodi e sfide, Roma-Casa Kolbe (22.06.2022), s. 18-19.
[3] Protagonista (teatr), https://pl.wikipedia.org/wiki/Protagonista_(teatr) (accesso: 23.07.2022); Osobowość “Protagonista”, https://www.16personalities.com/pl/osobowosc-enfj (accesso: 23.07.2022).
[4] San Massimiliano Maria Kolbe, Lettera a Fra Alfonso Kolbe, Roma, 21 IV 1919, n. 24, en: Scritti di Massimiliano Kolbe, Roma 1997, p. 323-325.