11. La misión en la Regla

La renovación de la vida apostólica, a la que Francisco y sus hermanos contribuyeron involucrándose en las actividades pastorales de toda la Iglesia, alcanzó y repercutió tanto en los cristianos como en los no creyentes. Esta renovación recorrió el mundo de entonces y ha continuado a lo largo del tiempo, otorgando al rostro de la Iglesia un nuevo dinamismo, es decir, un nuevo celo misionero. Incluso la propia Regla, que contiene la forma de vida franciscana, constituía una novedad peculiar en aquella época, entre otras cosas, por su referencia a los hermanos que querían partir lejos de su patria para mostrar el amor de Cristo a los paganos (cf. Regla no bulada XVI, Regla bulada XII). Gracias a este enfoque, la apertura de los franciscanos al mundo se extendió luego, con el tiempo, a círculos cada vez más amplios, sobrepasando su propio país, por toda Europa, incluyendo a los pueblos de Europa del Este o del Norte de África. El campo para la actividad misionera era ilimitado. Los primeros hermanos que estaban dispuestos al martirio, llamándose discípulos de Francisco, profesaban haber sido enviados a todo el mundo, no sólo a los cristianos, sino también a los sarracenos y a los judíos.
Según San Francisco, el servicio misionero incluye a todos los que están fuera del cristianismo. Así lo confirman las palabras de la primera y segunda Regla: “Dice el Señor: «Mirad, Yo os envío como ovejas en medio de lobos». Por eso, cualquier hermano que quiera ir entre sarracenos y otros infieles, vaya con la licencia de su ministro y siervo” (Regla no bulada XVI). “Cualesquiera hermanos que, por divina inspiración, quieran ir entre los sarracenos y otros infieles, pidan la correspondiente licencia de sus ministros provinciales. Pero los ministros a ninguno le concedan la licencia de ir, sino a aquellos que vean que son idóneos para enviar” (Regla bulada XII, 1-2). Sí, es necesario el consentimiento de los superiores, pero lo que se destaca en este caso es el deseo del hermano, nacido de la inspiración de Dios, de ser misionero. El papel del Ministro no es el de hacer un examen de preparación, sino determinar si el solicitante es apto y guiado por la llamada de Dios. En este contexto, Francisco advierte a los Ministros que no se opongan a la inspiración de Dios y que la confirmen permitiendo a los hermanos ir entre los infieles. Esta advertencia se justifica en la medida en que la vocación misionera se considera un don que Dios mismo nos invita a aceptar.

Fray Dariusz MAZUREK, Delegado general para la animación misionera.

Basado en:
Di Fonzo W., Odoardi J., Pompei A., Bracia Mniejsi Konwentualni. Historia i Życie (1209-1976)(Los Hermanos Menores Conventuales. Historia y Vida – 1209-1976), Niepokalanów 1988.
Esser K., Temas espirituales, Oñate (Guipúzcoa) 1980.
Garrido J., La forma de vida franciscana, ayer y hoy, Oñate (Guipúzcoa) 1993.
Hardick L., Terschlüsen J., Esser K., Franciszkańska Reguła życia (La Regla de Vida Franciscana), Niepokalanów 1988.
Iriarte de Aspurz L., Vocación franciscana, Valencia 1975.
Mazurek D., Św. Franciszek z Asyżu a misje wśród niewiernych(S. Francisco de Asís y las misiones entre los infieles), en: W Nurcie Franciszkańskim 8 (1999) 109-119.
Uribe Escobar F., La vida religiosa según San Francisco de Asís, Oñate (Guipúzcoa) 1982.
Wiśniowski G., Działalność misyjna Zakonu Braci Mniejszych (La actividad misionera de la Orden de los Hermanos Menores), [b.m. i r.wyd.; druk powiel.].

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