Así como el capítulo VIII de la Regla no bulada (Rnb) fue dedicado al uso del dinero, el Santo de Asís dedica el capítulo IX a la limosna.

Como hemos señalado desde un inicio, el modelo a seguir es Cristo y su Evangelio. Francisco inicia este capítulo diciendo:

Todos los hermanos empéñense en seguir la humildad y pobreza de nuestro Señor Jesucristo, y recuerden que ninguna otra cosa del mundo entero debemos tener, sino que, como dice el Apóstol: Teniendo alimentos y con qué cubrirnos, estamos contentos con eso (cfr. 1 Tim 6,8).[1]

Nuevamente y de forma indirecta, el Poverello invita a los suyos a abrazar la espiritualidad de la Kénosis, del despojo, del desprendimiento, de la desapropiación. Francisco quiere alejar de él y de sus seguidores toda ambición; el trabajo y el servicio no son para enriquecerse, sino para vivir de forma simple y humilde como Jesús: “…como dice el Apóstol: Teniendo alimentos y con qué cubrirnos, estamos contentos con eso”. Debemos comprender que, esta vida simple que el Santo propone, no es sinónimo de mediocridad y mucho menos de “vivir a costa del trabajo de los otros”. Francisco insistirá siempre en ganarse el pan de cada día por medio del trabajo y del servicio a los hermanos. Esto resulta claro cuando leemos en su Testamento:

Y yo trabajaba con mis manos, y quiero trabajar; y quiero firmemente que todos los otros hermanos trabajen en trabajo que conviene al decoro. Los que no saben, que aprendan, no por la codicia de recibir el precio del trabajo, sino por el ejemplo y para rechazar la ociosidad (Test 20-21).

Podríamos preguntarnos, entonces, ¿por qué en este capítulo Francisco habla de ir a pedir limosna? ¿Esto no contradice todo lo que hemos reflexionado hasta el momento?
El Poverello escribe: “Y cuando sea necesario, vayan por limosna…” (Rnb IX,3). Esta frase resulta mucho más clara si la leemos junto con el fragmento del Testamento que dice: “Y cuando no se nos dé el precio del trabajo, recurramos a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta” (Test 22). Es decir que, la limosna, es el último tentativo que el hermano menor tiene para su subsistencia; cuando falta el trabajo, el alimento y la salud, cuando todas las posibilidades se han acabado, es entonces que el hermano puede recurrir a la limosna o, como mejor la ha definido el Santo, “la mesa del Señor[2].
Es importante que hoy nos preguntemos: ¿Cómo estamos trabajando para vivir como vivimos? ¿Hemos sudado para el bien y el sustento de la fraternidad? ¿Cómo es nuestra relación con los bienhechores? ¿Qué hacemos con el dinero que se nos ha dado para las obras del Reino? ¿Nuestra economía es transparente? ¿Cuáles son los frutos de nuestro trabajo?

¡Hasta la próxima reflexión!

Fray Elio J. ROJAS


[1] Rnb IX 1, 1
[2] Cf. F. Costa; Che i frati di niente si approprino e del chiedere l’elemosina e dei frati infermi, en: La Regola di frate Francesco. Eredità e sfida, P. Maranesi, F. Accrocca (a cura di), Padova 2012, págs. 385-386.