Como hemos mencionado en las reflexiones anteriores, seguir a Jesús, dentro de la espiritualidad franciscana, implica abrazar un estilo de vida basado en la minoridad y la fraternidad; esto nos lleva a una forma nueva y siempre renovada de ver y afrontar la vida cotidiana: el trabajo, la salud, la misión, y especialmente la relación con Dios, con los otros, y con la naturaleza. Por eso, después de haber afrontado el discurso de la murmuración, que atenta contra el equilibrio de la fraternidad, el Santo de Asís, afronta el argumento de la sana relación que debe establecerse entre el hombre y la mujer[1].
Ciertamente, Francisco es hijo de su tiempo, y por eso se centra sólo en la sana relación que el hermano menor debe mantener con las mujeres[2]; pero hoy, luego de 800 años, la Regla no Bulada (Rnb) nos ayuda a reflexionar sobre el modo en que nos relacionamos, no sólo con las mujeres, sino también con los demás, (y esto vale para hombres, mujeres, niños, ancianos): ninguna persona es un objeto. Hoy, inmersos en esta sociedad de consumo desenfrenado, corremos el peligro de -si no tenemos cuidado-, entablar “relaciones desechables/descartables”.
“Te busco sólo cuando te necesito” y luego, como hago con un vaso descartable, te tiro a la basura y, si te he visto, ni me acuerdo. ¿Cómo nos relacionamos con las personas? ¿Somos capaces de mantener amistades duraderas? Cuando me acerco a alguien, ¿tengo una doble intención? ¿Soy manipulador, manipuladora?
No debemos caer en moralismos, sino reconocer nuestros límites, sin miedo ni vergüenza, cuando se trata de relaciones interpersonales. Si nos descubrimos inmaduros en nuestro comportamiento, es importante afrontarlo con valentía y trabajar en nuestras debilidades. Todo franciscano sabe que detrás de una debilidad hay una virtud que no se ha trabajado. Escribe san Francisco de Asís:

Donde hay caridad y sabiduría,
allí no hay temor ni ignorancia.
Donde hay paciencia y humildad,
allí no hay ira ni perturbación.
Donde hay pobreza con alegría,
allí no hay codicia ni avaricia.
Donde hay quietud y meditación,
allí no hay preocupación ni vagancia.
Donde está el temor de Dios para custodiar su atrio,
allí el enemigo no puede tener un lugar para entrar.
Donde hay misericordia y discreción,
allí no hay superfluidad ni endurecimiento[3].

Dios nos ha creado para amar en la verdad. El franciscano esta llamado a generar fraternidad, amistad, lugares de confianza y libertad. Por eso es importante entablar relaciones sanas, ambientes en los que todos quieran habitar.

Hasta la próxima reflexión.

Fray Elio J. ROJAS


[1] Cfr. Rnb XII, XIII
[2] Todos los hermanos, dondequiera que estén o que vayan, guárdense de las malas miradas y del trato con mujeres. Y ninguno se aconseje con ellas, o vaya de camino él solo con ellas, o coma a la mesa en un mismo plato… (Rnb XII, 1-2).
[3] Cfr. Adm XXVII