Escribe san Francisco en el capitulo XIX de la Regla no bulada:

Todos los hermanos sean católicos, vivan y hablen católicamente… (Rnb XIX,1).

Podríamos decir que el Santo de Asís no sólo toma una decidida elección eclesiástica, sino -y más precisamente- podemos afirmar que hace, conscientemente, una elección de catolicidad[1].
Francisco elige conscientemente vivir como menor en el seno de la Iglesia y desde ella evangelizar al mundo. Pero, ¿qué puede decirnos a nosotros hoy este capítulo de la Rnb?
El Santo no escoge permanecer en la Iglesia porque sus miembros sean santos e inmaculados, o porque esta sea el mejor modelo institucional de la época. Francisco permanece en la Iglesia por Cristo. El Pobre de Asís nos enseña que la pertenecía eclesial se fundamenta sobre la fe en Jesucristo; una fe que se alimenta con la escucha, la vivencia y el anuncio de la Palabra, sostenida por la vida sacramental.
No sólo debemos ser católicos, bautizados y contentarnos con ello, sino vivir, actuar, hablar como católicos. Luego de 800 años, Francisco nos llama a recuperar nuestras raíces católicas, a valorar nuestra fe, nuestras tradiciones, a recuperar una vida sacramental en virtud del amor a Cristo[2].
El Padre de los Menores, sabe que esta vida sólo puede ser vivida desde la fraternidad eclesial. Sabemos que el lobo solitario muere solo al llegar el invierno y que una golondrina no hace verano. No somos islas, somos una fraternidad universal, somos hermanos.
¿Desde dónde vivimos nuestro ser Iglesia? ¿Somos simples espectadores o nos sentimos parte de la fraternidad eclesial a pesar de sus límites?

Escribe Francisco:

Y el Señor me dio una tal fe en las iglesias, que así sencillamente oraba y decía: Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus iglesias que hay en el mundo entero, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.[3]

Cuando tocaremos el capítulo XXIII de la Rnb retomaremos el tema.
Hasta la próxima reflexión mi querido lector[4].

Fray Elio J. ROJAS.


[1] C. Vaiani, La via di Francesco, Milano 2008, 117.
[2] Idem. 120.
[3] Cfr. Test. 4-10.
[4] Aconsejamos leer: A. Pompei, Eclesiología Franciscana, en Manual de teología franciscana, varios autores, Madrid 2004, 198-250.